MEMORIA
Perón, una biografía argentina
Es difícil encontrar en la historia moderna un caso similar al de Juan Domingo Perón (1895-1974).

Ignacio M. Cloppet
“Sin una revolución a fondo, no hay solución en la Argentina. Una revolución que alcance a las cosas, a las instituciones y a los hombres es lo que la Argentina necesita”.
Juan Carlos Goyeneche
“No hay patria sin historia, que es la conciencia del propio ser. No hay nacionalidad sin una idea, siquiera aproximada y confusa, sobre su vocación y su destino”.
Ernesto Palacio
El peronismo ha sido un verdadero misterio a develar para gran parte del mundo intelectual europeo que lo ha examinado, generalmente, desde la perspectiva del demoliberalismo en sus distintas variantes –liberal a secas, marxista y/o socialdemócrata– dando frutos confusos y erróneos que ocupan páginas y páginas de volúmenes completos que repiten al día de hoy disparates tales como fascismo criollo, totalitarismo, populismo y motes similares, corolario del desconocimiento radical de un fenómeno que por su profunda originalidad parece escapar de los prejuicios de quienes miran pero no ven, o bien, para aquellos que nos creen incapacitados a los hispanoamericanos de darnos un proyecto nacional independiente para ser únicamente imitadores sin más de todo lo que viene de afuera.
Este libro que tengo la dicha de prologar es una excepción a lo antedicho. Fernando Alonso Barahona ha estudiado el peronismo en su devenir con una lucidez realmente heroica. Y lo ha hecho de manera documentada, objetiva y seria, revelando en tal sentido que además de ser un cuerpo doctrinal con rasgos hondamente distintivos, continúa siendo una revolución inconclusa en la medida en que esa doctrina tuvo aplicación práctica en el acontecer de los tres gobiernos peronistas constitucionales (1946-1952; 1952-1955 –truncado por un golpe de Estado– y 1973-1976 –nuevo golpe de Estado–).
El peronismo fue en términos históricos durante el siglo XX un proyecto de civilización que parió la Argentina como alternativa al capitalismo liberal y al comunismo soviético que habían sumido al mundo en una crisis social, económica y moral sin precedentes, asentado en un programa de democracia social, orgánica y directa, humanista y cristiana, que reconocía y garantizaba derechos y obligaciones de la persona humana cuya realización se daba sólo en una comunidad liberada que ligaba su destino al del conjunto de la colectividad.
En tal sentido, Alonso Barahona comprende que su tesis esencial, la comunidad organizada, fue el más alto nivel de conciencia y organización del pueblo argentino en toda su historia porque condensó el reconocimiento de la integralidad humana en una síntesis indivisible de fe y política. Y por tanto, se ocupa en las copiosas páginas que siguen de intentar explicar su vigencia tras la desaparición física de su líder, el general Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1974, fenómeno prácticamente inédito en el mundo de un movimiento político que perdure por décadas en ausencia de su creador. Perón sigue marcando el pulso de la política argentina hasta el momento en que escribo estas líneas. La gravitación de la identidad peronista a lo largo de estos cuarenta y nueve años es más que evidente, si bien es cierto que el último gobierno doctrinario fue el de Isabel Perón, quien asumió la presidencia de la Nación tras la muerte del líder y fue derrocada por un sangriento golpe cívico militar el 24 de marzo de 1976. Desde ese momento, la Argentina no consigue edificar un proyecto nacional soberano y justo. Mi país atraviesa ciclos de formulación y de ejecución de políticas de Estado que luego son demolidas generando una situación de inestabilidad permanente. Una generación construye y otra destruye y así transcurre la economía dependiente y los gobiernos hace décadas utilizando el nombre de Perón que parece ser el santo y seña que continúa acumulando votos, sin lugar a dudas porque pese a que se lo niega en la práctica, anida en él aún la memoria de la pasada dignidad nacional.
La República Argentina ha retrotraído su situación a la década de 1930. El país está atado de pies y manos, es una semicolonia inglesa y norteamericana cuyas cadenas de vasallaje son tan sutiles que nadie las ve. Parece el país que movilizó el patriotismo de Perón en el año 1943, donde los argentinos vivían como parias en su propio suelo. Economía extranjerizada, recursos naturales, servicios públicos, ferrocarriles, todos los resortes de la vida nacional eran ingleses. Argentina era el granero del mundo con una economía primarizada importadora de materias primas que había abortado todo intento de desarrollo y crecimiento nacional autónomo. Si observamos quiénes estaban de un lado y del otro, es evidente que muchos de nuestros ancestros venidos de ultramar, principalmente de la Madre Patria y de Italia, habían tenido la puerta vedada a la igualdad de oportunidades que se les había prometido. El modelo de desarrollo liberal pensado por Rivadavia, Mitre y Sarmiento, entre otros, era el de hacer del país una colonia agraria subordinada a los imperios dominantes, de prosperidad para una elite y dolor social, miseria y hambre para el pueblo humilde, al que se le negaba el acceso a los derechos más elementales de la persona humana. Sumado el contexto mundial signado por las dos grandes Guerras y sus consecuencias para los países dependientes. Es el momento en que la Argentina comienza
a despertar con la Revolución del 4 de junio de 1943, dando nacimiento al protoperonismo que, ya indetenible como una idea que se lanza a andar trasmitiendo una verdad y una esperanza, se transformó hacia 1946 en el peronismo que anunció en términos geopolíticos la Tercera Posición como contracara a la Conferencia de Yalta y como negación de la vieja Argentina oligárquica. Perón en su Mensaje a la Asamblea Legislativa del 1 de mayo de 1950 sostendría el carácter universal de la solución argentina:
“Nuestra Tercera Posición Justicialista nos permite buscar y hallar siempre las coincidencias necesarias como para que en esa Tercera Posición la humanidad encuentre su camino. No estamos ya tan solos en este intento idealista que venimos realizando en nuestro país desde 1943 y que ofrecimos al mundo como solución en 1947. Progresivamente hemos visto cómo han ido adhiriendo a nuestra concepción política, económica y social destacados dirigentes y pensadores de todos los países (…) son cada vez más numerosos los hombres que en todos los pueblos no ven otra solución para lograr la paz que una Tercera Posición distinta de la que significan el comunismo y el capitalismo”.
Alonso Barahona destaca con meridiana claridad en tal sentido que: “Perón propone al mundo el justicialismo como tercera vía entre el capitalismo y el comunismo (de similar forma a como el nacionalsindicalismo en España pretendía idéntica posición)”, y a continuación señala lo que pocos estudiosos se animan a señalar: “Desde una óptica puramente española llama la atención la coincidencia de buena parte del lenguaje justicialista con el nacionalsindicalismo, similitud que se acrecienta en la concepción del Movimiento como elemento integrador que va más allá de un simple partido político. El partido divide a la nación, el movimiento integra sus diferentes voluntades. En mi libro Falange, historia cine y cultura se aporta una interpretación sobre estas relaciones complejas pero indudablemente ciertas. La combinación de lo nacional y lo social (a veces con un lenguaje cercano al tono revolucionario) es típica en todos los idearios inspirados en la tercera vía… Resulta curioso en este sentido, comparar, por ejemplo el discurso de despedida de José Antonio Girón de Velasco en 1957 cuando abandona el Ministerio de Trabajo y las intervenciones de Perón (o de Evita) en la época. Multitud de párrafos se muestran perfectamente intercambiables.
Podría decirse más: cuando Girón invoca de continuo a Franco para atribuirle todo el mérito de su gestión, un observador no tendría más que cambiar a Franco por Perón, y a España por Argentina, y estaría escuchando una arenga de Eva Perón”. Perón forjó nuestra independencia económica a través de la industrialización de la economía nacional y de la recuperación de patrimonio nacional que había permanecido enajenado, asentó la justicia social y los valores de la soberanía política. Había explicado que: “Nadie puede solucionar un problema social si antes no soluciona un problema económico, y nadie soluciona un problema económico sin antes solucionar un problema político”. Ideó entonces un tipo de democracia con centralidad en las organizaciones libres del pueblo, únicas depositarias del poder nacional, refugio y casa común de realización de la persona humana con centro en la familia, los sindicatos y el conjunto deorganizaciones de la comunidad. Enseñó que la política era la expresión de la voluntad nacional tras un ideal de justicia, bien común y sentido heroico de la vida y no mera administración de la dependencia y trampolín de negocios individuales o de facciones. Creó millones de puestos de trabajo y generó el pleno empleo y una batería de leyes sociales a favor de los trabajadores de vanguardia en el mundo. Promulgó el voto femenino y coadyuvó a la consolidación del modelo sindical argentino, único en el planeta. Con los dos Planes Quinquenales, desarrolló la planificación nacional organizando la comunidad en todos sus aspectos. En la Reforma de la Constitución Nacional fundamentó el 27 de enero de 1949 que: “La historia nos enseña que toda revolución legítima es siempre triunfante. No es la asonada, ni el motín, ni el cuartelazo; es la voz, la conciencia y la fuerza del pueblo oprimido que salta y rompe la valla que la oprime. No es la obra del egoísmo y de la maldad. La revolución en estos casos es legítima, precisamente porque derriba el egoísmo y la maldad”.
La política revolucionaria de Perón además fue realizada sin tirar un sólo tiro, en forma incruenta, en paz y concordancia de clases y sectores. Pocas revoluciones en el mundo pueden dar cuenta de lo mismo. Los que lo derrocaron con violencia puertas adentro de la patria y ayudados por el financiamiento del extranjero en 1955 y en 1976, dieron por tierra con la única experiencia revolucionaria que vivió mi país. Desde entonces, los argentinos venimos sufriendo un derrotero de frustraciones, endeudamiento rapaz, devaluaciones de nuestra moneda, raquitismo económico y cifras de pobreza inenarrables. El peronismo después de Perón trocó su carácter de movimiento de liberación nacional para transformarse en un partido más del arco liberal con una democracia formal de la administración de la dependencia.
Este libro narra el devenir trágico entre lo que fuimos y lo que somos. Alonso Barahona es un erudito, verdadero conocedor de la doctrina justicialista y de la historia argentina. Es notable cómo a lo largo de las páginas que el lector está pronto a recorrer va relatando pormenorizadamente la historia del más grande argentino, hijo dilecto de España, a la que socorrió en momentos difíciles. Sus orígenes, su formación militar, la experiencia europea donde Perón desarrolló actividades con los alpinos italianos y llegó a conocer distintos países, entre ellos, la España de posguerra. Asimismo, el autor encara con claridad los aspectos medulares de los tres gobiernos de Perón, sustentados en un paciente estudio de los principales estudiosos del período. Se ocupa de la figura señera de Eva Duarte de Perón –“Eva Perón fue por así decir el alma de la política social del peronismo”–, describe su rol fundamental en momentos en que la mujer no tenía gran protagonismo en la política, narra su viaje por Europa, la larga visita a la España de Franco y su paso por el Vaticano. Destaca, asimismo, la amistad que la unió desde entonces con Pilar Primo de Rivera, delegada nacional de la Sección Femenina de la Falange Española. Leemos por ejemplo: “Multitud de discursos barrocos y deslumbrantes que tendrían su ideal acompañante en los pronunciados por el Ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco (que la acompañó en Zaragoza y Barcelona), cuyos contenidos parecían calcados de la más acendrada mitología peronista. En Andalucía, Eva Perón califica a Isabel la Católica como «gran reina que, como ninguna mujer de España, se afanó por dar unidad y libertad a esta tierra, batallando no sólo contra los invasores del suelo, sino también contra los invasores de su fe». En Sevilla añade: «Me siento más argentina que nunca, precisamente porque me encuentro en la Madre Patria». En Toledo, y delante del general Moscardó, alaba con emoción la gesta heroica del Alcázar; en Madrid, contestando a Franco al que alaba encendidamente, proclama: «Traigo un mensaje de paz y un mensaje de esperanza a este viejo mundo sediento de paz, traigo un mensaje de amor de todos los trabajadores argentinos, de todos nuestros queridos descamisados para todos los españoles, y traigo un abrazo fuerte del general Perón, que en este abrazo quiere decirle al pueblo de España que la Argentina, la hija predilecta de España, está con el pueblo español»”. Asimismo, el autor reivindica a Isabel Perón, narrando las peripecias desde que el general la conoció en Panamá y durante todo el derrotero del exilio, primero en algunos países
hispanoamericanos, y luego en España, que la cobija hasta el día de hoy que permanece otra vez exiliada por aquellos que, lamentablemente, utilizan políticamente su propio nombre y el de su marido.
Y así esta obra avanza con fuerza hasta la actualidad, describiendo procesos y personajes con la valentía de señalar a quienes han traicionado las banderas justicialistas en el pasado y en el presente, y aún más, adentrándose en hechos polémicos que forman parte del falseamiento de la historia argentina, tales como el inexistente romance de Perón con la joven Nelly Rivas, el tema nazi, el misterio de la muerte de Juan Duarte y otros sucesos que yo mismo revelé con exactitud y fuentes fidedignas y que a pesar de las diferencias, no desmerecen para nada la apreciación de este valiosísimo aporte de Alonso Barahona, que será una contribución invaluable para la historia de los pueblos que reconocen a sus líderes en tiempos de oscuridad como los que tanto Argentina como España transitamos.
En palabras del autor: “Juan Domingo Perón protagonizó, presente o ausente, casi un siglo de vida argentina, promulgó las leyes sociales más avanzadas de Hispanoamérica, detuvo la expansión del comunismo en el Cono Sur y desarticuló para décadas a la izquierda argentina. Impulsó las grandes infraestructuras durante su primer mandato, intentó sinceramente una política hispana, independiente (pero no opuesta) a Estados Unidos, y la modernización que imprimió a la sociedad argentina fue evidente (…) Sea como fuere, y en medio de la polémica, el misterio, la luz, los estudios (es amplísima la bibliografía sobre Perón, y con fuerte incidencia de la anglosajona, lo que no suele ser habitual en un protagonista latino), la controversia y el debate, la figura humana dePerón continúa presente y envuelve el justicialismo”.
Ignacio M. Cloppet
De la Academia Argentina de la Historia
Buenos Aires, 7 de diciembre de 2023