DE ACTUALIDAD
No hay nada progresista
El progreso es un concepto absurdo que opera como coartada para defender lo indefendible.
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Diego S. Garrocho.- ABC
El progreso es un concepto absurdo que opera como coartada para defender lo indefendible.
No hay nada progresista en pactar con formaciones políticas que llevan a condenados por terrorismo en sus listas o que se niegan a condenar la profanación de la tumba de un compañero. No hay nada progresista en conceder la gobernabilidad de España a la xenófoba derecha catalanista. No hay nada progresista en suspender el imperio de la ley a cambio de un apoyo parlamentario que te permita ser investido presidente. No hay nada progresista en amnistiar a delincuentes para que te apoyen. No hay nada progresista en subir las pensiones máximas mientras las oportunidades de los más jóvenes languidecen.
No hay nada progresista en rebajar las penas por corrupción económica, sobre todo cuando prometiste no hacerlo. No hay nada progresista en romper las promesas ni en lesionar la palabra pública. No hay nada progresista en no rendir cuentas tras una nefasta gestión de la valla de Melilla. No hay nada progresista en abandonar la causa saharaui. No hay nada progresista en lesionar la enseñanza, sobre todo la pública. No hay nada progresista en poblar los ministerios con personas cuyo único mérito fue exhibir lealtad al líder. No hay nada progresista en represaliar a los medios de comunicación no alineados.
No hay nada progresista en llamar fruta podrida al adversario político. No hay nada progresista en levantar un muro contra millones de españoles. No hay nada progresista en afirmar que los ciudadanos o las entidades privadas no pueden pedir amparo a la justicia cuando el Ejecutivo comete ilícitos. No hay nada progresista en distribuir imágenes trucadas por la IA para sembrar el odio hacia quienes no piensan como tú. No hay nada progresista en señalar, con nombres y apellidos, a empresarios, jueces o periodistas.
No hay nada progresista en firmar libros que no escribes. No hay nada progresista en encontrarse en el extranjero con fugados de la justicia a cambio de poder, porque siempre se trata del poder. No hay nada progresista en politizar las instituciones, ni hay nada progresista en carcajearse a mandíbula abierta desde la tribuna de oradores del Congreso por una supuesta desventura ajena.
No hay nada progresista en promover la desigualdad entre españoles. No hay nada progresista en beneficiar a las regiones más ricas de España. No hay nada progresista en responder a un periodista «qué más te da» cuando formula una pregunta pertinente. No hay nada progresista en rendir pleitesía al jefe. No hay nada progresista en cambiar de opinión siempre que le convenga al poder. Puede que en el fondo no haya nada progresista en Pedro Sánchez, pero un concepto tan abstracto e intangible como el progreso es una magnífica coartada para quienes están dispuestos a defender lo indefendible.