CULTURAS
LODV y Euskadi
Recupero este texto antiguo. Con una nueva introducción de triste, para mí, actualidad.

Óscar Cerezal.- LMD
Recupero este artículo publicado en el blog, entre el estupor y el malestar, ante la salida de Leire Martínez como vocalista de LODV tras 16 años al frente. Me parece una salida injusta de una vocalista que ha mantenido al grupo en un nivel musical altísimo. Estupor por el injusto trato dado por el grupo a su cantante y por algunos aficionados que siempre la han tratado como «la otra», cuando su nivel vocal y su presencia sobre el escenario es tan completo o más que el de Amaia Montero. Y malestar por la vergonzosa actitud de algunos medios y de una parte del público que han mantenido que con Amaia el grupo estaba a otro nivel de éxito. ¡Evidentemente, mentecatos! La música en los 90 y primeros 2000 eran muy diferentes. Se vendían discos, la radiofórmula (los 40) eran básicos para lanzar/sostener carreras y no existían ni las redes, ni el «spoty», ni la ola reguetonera que todo lo llena era hegemónica. Comparar ahora dos etapas tan diferentes en la música, es ventajista y muy bochornoso. Y si lo hacen periodistas musicales o culturales, más. Leire Martínez permitió que un grupo que era Amaia y cuatro chavales majos, siguiera adelante con una carrera exitosa -dentro de la época que le ha tocado vivir en la música- durante muchos años.
Lo dicho, yo siempre estaré a tope con Leire. Se lo merece. Y con un sentimiento de pena añadido, porque estaba deseando coger entradas para ir a verlos con mi hija Aitana, que a sus 14 años es fan.
Y aquí les dejo el texto recuperado sobre las canciones de LODV en su contexto vasco.
Leí un artículo en Voz Populi de Hernán Mingoya hace unos meses, donde de manera provocativa se relata la trayectoria del grupo donostiarra La Oreja De Van Gogh (LODVG) bajo la premisa de que eran los verdaderos exponentes del rock radical vasco. Nada más cercano a la realidad.
En los aún años duros de plomo del terror vasco, lo radical no era llevar el pelo cortado con hacha, ropa de montañero y quemar contenedores o cruzar autobuses en el boulevard de San Sebastián en apoyo de los que seguían colocando coches bomba o pegando tiros en la nuca a la vuelta de la esquina. Lo radical y lo verdaderamente revolucionario era crecer en ese ambiente y no ser proetarra… pero además hacer música sin cantar en euskera o al ritmo de Kortatu o demás bandas de la onda subvencionada batasuna, ya resultaba heroico.
Y no me vale decir que claro, en la «pija» Donostia era diferente. Porque eso es no tener ni puñetera idea de lo que eran las calles de San Sebastián, día si y noche también, durante los años 80, 90 y 2000 o la presión asfixiante que el mundo abertzale mantenía en el casco viejo y fuera de el, contra todo el que pensara diferente o simplemente mejor dicho pensara.
Al hilo de ese texto que mencionaba antes, recuperé de un cajón los CDs del grupo y voví a activar una lista de canciones en el movil de una banda que lleva haciendo muchos años buena música, grandes canciones y además con compromiso. Cuando digo compromiso, no me refiero al tipo de compromiso de los cantautores (algunos muy cansinos) a los que estamos acostumbrados, sino al que se compromete con valores tan sanos y necesarios como la amistad, la alegría, la familia, la comunidad… y también la paz. Canciones como «La carta«, «Cumplir un año menos» o la más reciente «Sirenas«, afrontaban de cara la miseria y el dolor que emanaba del mundo etarra y que ensució el País Vasco durante más de medio siglo, exportando ese sufrimiento al resto de España. Sentimiento que renovaron homenajeando en una de las más bellas historias de amor que he podido escuchar y que gira sobre el 11M. Se titula «Jueves«. Un secreto: la habré oido 1000 veces y 1000 veces que me hace llorar.
Siempre fui muy fan de LODVG, al principio con la preciosa voz de Amaia Montero al frente y luego muy satisfecho con el cambio de vocalista tras la llegada de Leire Martínez, que le aportó al grupo (formado por Pablo Benegas, Álvaro Fuentes, Xabi San Martín y Haritz Garde) su maravillosa forma de cantar, unido a una coquetería muy acorde a sus letras y una rebaja del divismo en la banda, que les permitió mantener y consolidar el estatus del grupo como cuadrilla de amigos aseados con pinta de buena gente, que se divierte y disfruta con lo que hace y sobre todo con lo que hace sentir a los demás. Tengo varias canciones favoritas en su repertorio, pero sobre todo hay una que me encanta y que en su versión dueto con el cantante argentino Abel Pintos se hace redonda. Se llama «Deseo de cosas imposibles«.
Objetivo para este 2024. Volver a verlos en directo. [ nota del autor: ya no será posible 🙁 ]