MEMORIA

Ernst Mandel

Un revolucionario con traje y corbata.

Diego Díaz Alonso.- Nortes

 

Anticapitalistas celebra este viernes en Les Cigarreres de Xixón un acto sobre el economista y dirigente político belga, en el centenario de su nacimiento.

Los revolucionarios de principios del siglo XX vestían traje y corbata. Una costumbre que se fue perdiendo en las últimas décadas de la pasada centuria, y a la que el trotskista Ernest Mandel se mantuvo fiel hasta el fin de sus días. Este viernes Anticapitalistas presenta a las 19h en Les Cigarreres de Xixón la reedición de “El Capitalismo Tardío”, quizá su obra más importante del economista belga, en un acto que será conducido por el también economista Manuel Gari y el sindicalista de CSI Juan García.

Nacido en 1923 en Fránkfurt, en el seno de una familia de judíos polacos comunistas, pero desde muy joven afincado en Bélgica, Mandel conoció en sus primeros años de vida la Gran Depresión capitalista posterior a 1929 y la destrucción de las democracias liberales por el fascismo. En 1938, con 15 años, ingresa en el Partido Socialista Revolucionario, de orientación trotskista. La Segunda Guerra Mundial supone la ocupación nazi de Bélgica. Mandel se suma a la Resistencia, es apresado, se escapa, y vuelve a ser capturado. Deportado a Alemania, sobrevive a un campo de concentración del que será finalmente liberado por el Ejército norteamericano.

Tras la Segunda Guerra Mundial no llegará una oleada revolucionaria similar a la que había recorrido el mundo tras la anterior contienda mundial, y el espíritu democratizador y progresista del 45 se enfría con la reacción conservadora y anticomunista que sigue a 1948 y el inicio de la larga Guerra Fría. El trotskismo, que había pronosticado esa postguerra revolucionaria, ha quedado reducido a su mínima expresión frente al empuje de la socialdemocracia y los partidos comunistas, muy legitimados por su activo papel en la resistencia antifascista y por el prestigio adquirido por la URSS en la lucha contra el nazismo.

En este contexto de extrema debilidad, muchos trotskistas optan por resucitar la estrategia “entrista”, esto es, unirse a los partidos socialistas y sus sindicatos para no marginarse de la clase obrera organizada. Mandel tomará este camino.

La convivencia con la socialdemocracia, partidaria del pacto social de postguerra y alineada con los EEUU, no estará exenta de tensiones. En 1960 Mandel es expulsado del Partido Socialista Belga, de cuya ala izquierda formaba parte y era uno de sus animadores a través del periódico La Gauche. No era ningún joven en 1968 cuando estalla el mayo francés. La revuelta estudiantil, devenida luego en formidable movimiento huelguístico en las fábricas, pilla a Mandel con 45 años. Para entonces es un profesor de economía de la Universidad Libre de Bruselas y el principal dirigente del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional, uno de los grupos que se disputa el legado del bolchevique León Trotsky. “Nunca quiso ser sólo una académico, siempre se vio a sí mismo como un militante”, explica Manuel Gari, que como dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria tuvo trato con él.

Mayo del 68 supone un revulsivo. Las enormes manifestaciones y la huelga general que paraliza el país vuelve a poner de manifiesto la posibilidad de movimientos revolucionarios en el corazón de los países del Occidente Capitalista. Mandel participa en las jornadas de París, tanto levantando barricadas, como discutiendo con los jóvenes estudiantes que se acercan al trotskismo. Eso sí, siempre sin abandonar el traje y la corbata que contrasta con las nuevas modas que empiezan a irrumpir entre los jóvenes izquierdistas: pantalones vaqueros, camisetas, cazadoras de cuero, jerseys de cuello alto… “Tenía algo de personaje de otra época, muy educado, siempre muy formal”, recuerda Gari sobre su contraste estético con la juventud contestataria de la época.

Su participación en Mayo del 68 supone su expulsión de Francia por subversivo, pero también la conexión de los restos del trotskismo de los años 30 con una nueva generación de militantes. En los años siguientes el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional logra establecer secciones en todo el mundo, sobre todo Europa Occidental y en América Latina, involucrándose en este continente algunos de sus partidarios en la lucha guerrillera, y pagando por ello un alto precio en forma de cárcel, torturas y ejecuciones.

Como dirigente de la IV Internacional Mandel despliega una intensa actividad en todo el mundo. Admirador del Ché, visitará Cuba y discutirá con sus economistas sobre planificación socialista, conocerá de primera mano los problemas de la revolución portuguesa o la Transición española. En 1984 participa en Oviedo/Uviéu en los actos del 50 aniversario de la Revolución de Octubre organizados por el MCA y la LCR con una conferencia en el salón de actos de la Caja de Ahorros: “¿Tiene sentido ser revolucionario en la Europa de hoy?”.

Manuel Gari señala que como dirigente y teórico tuvo muchos aciertos, como la apuesta por un estilo organizativo muy democrático y horizontal, pero también grandes errores, “que nuca tuvo inconveniente en reconocer”. Uno de ellos creer que las revoluciones en los países socialistas en los años 1989-1990 conducirían a una democratización del socialismo y no a una restauración del capitalismo, además en su versión más neoliberal.

Menos aferrado a la tradición que otros pensadores formados en la tradición trotskista, Gari destaca de su obra como economista “su apertura ante problemáticas nuevas como la crisis ecológica” o su contribución en “El capitalismo tardío” a la comprensión de las razones del largo crecimiento económico que se produjo en Occidente entre 1945 y 1973. El libro que se presenta este viernes, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, fue escrito poco antes, entre 1970 y 1972, “cuando el sistema empezaba a dar síntomas de agotamiento”, y puede ser útil, según Gari, para entender las dinámicas capitalistas actuales.

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