Echar la culpa a otro es un clásico.

No es menos cierto que a veces es verdad, pero en la mayoría de las ocasiones se trata de eludir cualquier tipo de responsabilidad individual y conjugar a los astros como conspiradores contra las cosas que a uno mismo no le gustan que le pasen.
En la vida – en todas las vidas – hay cosas buenas, malas o peores. Y en todas ellas es bastante probable que las decisiones personales – junto a otros muchos factores, hayan tenido bastante que ver. Da igual que seas ministra, fontanero o sacerdote. Un porcentaje importante de lo que te pasa tiene mucho que ver con tus propias decisiones, meditadas o sobrevenidas. Por supuesto que hay factores externos que determinan ciertas sendas – donde has nacido, tus condiciones físicas o capacidades intelectuales… – pero dentro de los margenes donde se mueve tu vida una vez asumes quien eres – ahí si que hay mucho que pensar-, lo que te suele pasar en tus relaciones personales, laborales o simplemente en el estado anímico con el que te desempeñas depende en gran parte de ti. Tal y como decía Serrat en su “Hoy puede ser un gran día”. Planteatelo así.