Los indepes se empiezan a venir otra vez arriba.

Oriol Junqueras – ese otro hombre de paz y diálogo – ha sido expulsado de la manifestación independentista convocada contra la cumbre franco –perdón – española, por sus propios compatriotas de la causa secesionista al grito de ¡traidor! y de ¡vuelve a la carcel!.

Así andan los ánimos en el independentismo de gafas de colores y barretina. Y es que para los más puros del ADN catalán ir doblándole el brazo al pueblo español con las concesiones permanentes de Pedro Sánchez no es suficiente y hay que incendiar las calles pero ya. No les vale que el propio Junqueras haya dicho minutos antes que «el conflicto político no ha terminado. Aquí no ha terminado nada porque la represión sigue, y sigue afectando a nuestros compañeros en el exilio, en forma de inhabilitaciones, de persecución y juicios pendientes desde hace años.«. Ahí queda eso. Represión, exilio, persecución… ¿como molan los socios preferentes del gobierno, no?

Lo que me queda cada día más claro es que tres escraches más y un amago de posibilidad de que se vea el pelazo de Puigdemont por las Ramblas harán que los de ERC dejen la línea de cesiones a cambio de votos y se lancen de nuevo a la calle al grito de ¡España nos roba y nos reprime! Lo mismo que le pasó a Artur Más en su día. ¿O qué pensaban?

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