La obsesión con los nombres de los espacios públicos de nuestros gestores rozaría lo enfermizo si no fuera por lo esperpéntico. Si sumamos la que viene determinada de una ley de parte, la de Memoria Democrática, que mueve los nombres de las calles sin rigor alguno y solo para ganar batallas perdidas hace 80 años – que fueron ganadas por muchos de los propios antepasados de sus promotores por cierto– como ha sido el caso de mi pueblo, Manzanares El Real, donde el gobierno local ha retirado el nombre de José Antonio, a una calle con el argumento falaz de que hay que cumplir la ley. Obviando que José Antonio está dentro del catálogo de víctimas de las guerra civil. Te podrá gustar o no, podrás usar tus competencias para ponerle el nombre que quieras a una o a todas las calles, pero no puedes faltar a la verdad. Y menos para hacer sectarismo y usar la memoria y el callejero intentando imponer una visión oficial de la misma, cuando la memoria es personal es intrasferible. Cada cual tenemos una, lo quiera Bolaños o no. 

Ayer por ejemplo murió Vargas Llosa, uno de los literatos más universales de la lengua española. Y al margen de que ya salieron algunos a criticar al muerto por facha y liberal, que lo era como fue antes comunista, volviendo a tasar el talento en la persona y no en su obra, ha vuelto a surgir la necesidad de darle calles o nombres de estaciones, edificios o macetas. Error. No hace falta darle corriendo un nombre de nada a quien, para empezar, ya tiene una biblioteca y cientos de reconocimientos. Y no porque no se lo merezca, sino porque de nuevo entramos en una subasta penosa que en los últimos años ha llevado al gobierno de España a poner el de Almudena Grandes a la estación de Atocha, que no es que no sea una autora reconocida en los últimos tiempos, como todos los productos Babelia/El País/CadenaSer. pero perdónenme… se le ha puesto no por su importancia para la cultura, que no la tiene más que otros miles de escritores actuales, sino por ser de «los nuestros» y fastidiar a «los otros». O también hemos recuperado hoy la fijación por darle a la actriz Marisa Paredes otro espacio. Por lo mismo. No por su talento, que tampoco es que fuera para tanto ni dejara huella, sino porque era de nuestra bandada y así seguir usando los espacios públicos para la confrontación de parte. Penoso. Pero más de lo mismo. De los unos y los otros.

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