Corren malos tiempos para la lírica, que entonaban los ochenteros Golpes Bajos. Pero es cierto que ahora bajos lo que se dicen bajos, son los golpes que la información o mejor dicho la desinformación da a nuestra inteligencia.

La pandemia ha sido una ejemplo de puesta en marcha de todos los mecanismos de manipulación de masas a través del uso indiscriminado por parte de los gobiernos y sus terminales mediáticas – ríete de Rusia Today – que durante meses han contado una cosa y la contraria, han fomentado el miedo en la población aderezado con grandes dosis de “buenismo aplaudebalcones” que servía además para fomentar la delación del infractor de horarios o mascarillas como ejemplo de buena ciudadanía y todo ello sin dar una sola respuesta a las grandes incógnitas de esta crisis sanitaria ¿donde y como se generó? ¿cuales son las cuentas reales de víctimas y enfermos? ¿y las de los beneficios de las grandes farmacéuticas y empresas del sector? ¿ con los contratos sin control que todos los gobiernos han enchufado a los afines con la excusa de la urgencia y la necesidad qué hacemos? ¿ cuales son las medidas estructurales que se han adoptado para que no vuelva a suceder en el futuro? Pero a estas preguntas nadie les quiere dar ya respuesta, porque de golpe la pandemia ha terminado y ha sido sustituida en el imaginario colectivo por una nueva oferta informativa, dramática y dolorosa sin duda pero llena también de medias verdades y manipulación: la guerra en Ucrania.

Y es curioso, o no, que volvemos a repetir paso a paso los mecanismos de manipulación: horas y horas de programación televisiva, sin control ni rigor, repitiendo como loros la propaganda proporcionada por una de las partes en conflicto, que no es el pueblo ucraniano que es el que está pagando con sus vidas la factura – nunca mejor dicho– de otros. Me refiero a los EE.UU. y sus servicios de información que son quienes dan el parte diario a los medios occidentales – como Rusia lo da en su área de influencia – que los trasmiten sin contrastar y que además estos ya le incluyen en el menú la dosis justa de sentimentalismo con sus banderas en los perfiles de redes, recogidas de alimentos y minutos de silencio. Y claro, que no falte el señalamiento y ensañamiento con el discrepante – al que se acusa de ser un sucio fascista-comunista-hijodeputin – , y con el que sin ni siquiera cuestionar las grandes “verdades” oficiales quiere preguntar sobre lo que nos ha llevado a esta situación. Al infierno con todos ellos. Lo que cala es el desprecio al de enfrente, la falta de espíritu crítico para distinguir información de propaganda y sobre todo el alineamiento borreguil con todas y cada una de las consignas oficiales. Y esto es lo que permite que, ya que el Pisurga pasa por Valladolid, se aproveche el momento para imponer medidas y reformas que nada tienen que ver con lo que sucede, pero que apuntalan los privilegios de algunos y la perdida de libertad de todos.

Decían que de la pandemia saldríamos mejores. Mentira. De cada crisis, como de esta guerra, además de otras dramáticas consecuencias el sistema nos sacara peores personas, con más bajo nivel de ciudadanía y mucho más infantiles y manipulables para que estemos preparados para la siguiente… que llegará. Más pronto que tarde.