¿Qué hemos hecho para merecernos que el discurso de Felipe VI, ante las Cortes Generales, sea más adecuado que el de la mayoría de los representantes electos? Esa es una buen pregunta, que me hago cada vez que mi republicanismo genético se ve sacudido por una sacudida de realidad. Y es que la República como forma de organización del gobierno y el Estado, no se merece otra vez estar en manos de aventureros e irresponsables.
“Nuestra obligación, la obligación de todas las instituciones, es legar a los españoles más jóvenes una España sólida y unida, sin divisiones ni enfrentamientos”. Esto dijo el Borbón entronado que tenemos. ¿Algo que objetar? Por mi parte no, todo lo contrario. Y es que además muestra el reverso de nuestra clase política, que hace del odio, la crispación y la construcción de muros entre quienes deberian ser iguales, se razón de ser y su forma de subsistir como elite privilegiada, muy por encima de sus capacidades y posibilidades.
Tiene narices que como republicano (no de la nefasta II, sino de una nueva y con futuro) mirando lo que nos pasa y lo que nos puede pasar, te den ganas de gritar a los cuatro vientos: ¡todo al VERDE!, o sea todo al «Viva El Rey De España!. Que es como decir, virgencita virgencita… que me quede como estoy.