Vox ante sus límites

«Si quiere romper su techo tienen que dirigir un discurso, no contra el PSOE (la izquierda), sino contra el PPSOE (el sistema). Esto exige otras propuestas.»

Hughes.- ABC

Aquel banco en el que se subió Santiago Abascal cuando Vox empezaba fue recordado en esta campaña. Ese banco fue el principio, pero no se quedó ahí. A ese banco de Vox se subió Ayuso para ser presidenta y luego Moreno para serlo también. Con la institucionalidad y el presupuesto, luego vendría el Efecto Ayuso y ahora el Efecto Bonilla. Vox ha servido como turbo del PP, y el PP ahora se enfrenta a la situación gozosa (planteada por Casado) de heredar a Ciudadanos. El trasvase de Cs al PP tampoco es que sea una cosa muy complicada. Hay una superestructura de canales comunicativos para que eso suceda. Todo está planteado en la España mediática para que sea así.

Con el PP heredando a Cs y lo que se deje el PSOE de Sánchez (que tampoco se dejará tanto), y con la economía sustituyendo a lo nacional como primer problema, las cosas han cambiado para Vox. 

Si quiere romper su techo tienen que dirigir un discurso, no contra el PSOE (la izquierda), sino contra el PPSOE (el sistema). Esto exige otras propuestas.

La campaña, de todos modos, tuvo sentido: llevar a Olona afianza al partido de cara a las generales. ¿Qué hubiera hecho un anónimo? Olona ha hecho en Andalucía lo de Monasterio en Madrid. Resistir, crecer el costo de la vida. En las autonómicas se juega el tinglado institucional, las banderas verdiblancas que sacó Moreno, y Vox tenía poco que hacer.

Pero la campaña de Olona-Robatto fue demasiado arquetípica: la furgoneta sureña, tipismo neocastizo… Vox responde a la caricatura que le imponen con un expresionismo españolista, pero eso, al final, es no salirse de lo característico. Te dicen coco y tú… ¡llamas a coco!

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