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IDEAS

Socialismo de autor

Diego S. Garrocho

Diego S. Garrocho.-ABC

 

El progresismo de una acción no podrá depender de su autoría, sino de los principios que la inspiran.

 

Lo justo es justo porque lo quieren los dioses, o los dioses quieren lo justo por ser justo? La pregunta no es un trabalenguas. Es un interrogante real que Platón formuló en el ‘Eutifrón’, uno de sus diálogos más inspirados. Detrás de la fórmula se esconde un dilema que habría de determinar en gran medida algunas paradojas teológicas que Occidente supo resolver satisfactoriamente. En el caso de que las cosas fueran justas sólo porque los dioses las quieren, cualquier barbarie dictada por boca divina habría de decirse justa. En el caso de que existan valores con los que juzgar la opinión del dios, podría someterse a una regla inteligible y, sobre todo, podríamos establecer mecanismos racionales acerca de qué es lo justo y lo injusto.

La pregunta serviría para cuestionar hoy la deriva ideológicamente invertebrada del PSOE. Por todos es conocida la ‘boutade’ cuya autoría se imputa a Claudio Martelli o más improbablemente a Felipe González: socialismo es lo que hacen los socialistas. Esta vacua tautología, caricaturizada hasta el extremo, vendría a refrendar una intuición posible en la que sería el autor quien imprimiría la condición moral o ideológica a la acción. Un mismo gesto sería o no socialista, o podría (o no) ser progresista, dependiendo exclusivamente de quién lo ejecute. Porque es la autoridad del que actúa (‘auctoritas, non veritas, facit legem’, diría en su día Hobbes) la que establece la condición de la acción.

Este fenómeno daría lugar a un ‘socialismo de autor’ o, incluso, a un ‘progresismo de autor’, una corriente ideológicamente flexible hasta la contradicción que haría posible que, por ejemplo, se pueda denominar progresista una mayoría que aglutine a un partido como Junts, que ayer era descrito como de extrema derecha (Pedro Sánchez ‘dixit’), o un partido como el PNV, cuyo lema es «Dios y ley vieja». La alquimia conceptual sólo requiere de la intervención de un brujo que sea capaz de decidir, a través de una pura decisión (Schmitt), que cualquier barbaridad contraria incluso a la justicia social habrá de denominarse progresismo o socialismo.

George Steiner señaló que el socialismo, más que una ideología, es una religión de sustitución. En el caso español, vista la ductibilidad con la que los alegres subordinados se ahorman al dictado del jefe, pienso que de ser una religión lo sería de aquellas en las que lo justo se define por la estricta voluntad del dios único y todopoderoso. Este radical socialismo de autor será capaz de saldar su meritoria trayectoria democrática y, a cambio de una legislatura corta y frágil, intentará pactar una amnistía que liquide, ¡de la ley a la ley!, el régimen que otro PSOE, con el que ya sólo comparten las siglas, ayudó a construir. Busquen hoy, si pueden, a alguien parecido a Gregorio Peces-Barba ahí.

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