Proruso, rojo, facha y negacionista.

El autor que esto escribe no es prorruso, sino propaz.

Hásel Paris.- ABC

Hace tiempo que hemos sustituido el debate político por el intercambio de acusaciones. Si le preocupa la seguridad frente a Marruecos, es usted facha y ultra-derechista. Si más bien le inquietan los elevados precios del alquiler, es un rojo y social-comunista. Si le conciernen ambas cosas, pues es un rojo-facha. Y más vale no debatir sobre ello ni sobre ninguna otra cosa, no vayan a decirle ‘negacionista’: de las vacunas, del mercado, de la violencia de género o del genocidio armenio. Pues bien, como eran pocas, ya está aquí la enésima etiqueta infamante: prorruso. El prorruso es, en la imaginación de quienes usan este epíteto, un occidental que jalea a Putin y apoya incondicionalmente a Rusia en la guerra de

Ucrania. O sea, nadie. Porque, en realidad, el término se utiliza para difamar a aquel que comprenda, aunque sea parcialmente, las inquietudes rusas que condujeron a la guerra y las peticiones rusas que pueden devolvernos la paz. Prueba de ello es que una de las primeras listas negras de prorrusos, realizada en Alemania por el magnate George Soros, llevaba por título ‘Russlandversteher’, es decir, ‘gente que comprende a Rusia’. El problema es que, para resolver cualquier conflicto, es imprescindible comprender la parte de razón que puedan tener ambos bandos. Y, tal y como están las cosas, este acto de raciocinio lo convierte a uno automáticamente en sospechoso de ser prorruso. Así, Occidente se ha incapacitado a sí mismo para poder debatir y proponer soluciones serias.

Más que Occidente (que no existe como tal) hablemos de EE.UU. por un lado y de Europa por el otro. A EE.UU. le funciona ignorar las razones rusas. Hace años que los yankis saben que desdeñar y provocar a los rusos conduciría a una guerra en Ucrania, como filtró el director de la CIA William Burns. El objetivo yanki es precisamente ese: desangrar a los ucranianos para debilitar a Rusia, como confiesan en un informe militar de 2019. Pero ignorar a Rusia es un grave problema para los europeos, porque las consecuencias las sufrimos nosotros. El autor que esto escribe no es prorruso, sino proeuropeo. Ser proeuropeo implica saber que Europa es mucho más que la UE. Saber que Rusia es también Europa. Y que EE.UU. no lo es. Saber que la OTAN es una organización militar dirigida por EE.UU. para imponer en Europa los objetivos geopolíticos de EE.UU. Y que uno de esos objetivos es, en palabras de Bush padre, frustrar una seguridad europea que vaya de Madrid hasta Moscú y que no necesite de Washington. El autor que esto escribe no es prorruso, sino propaz. Y la paz en Europa implica, nos guste más o menos, que Ucrania acepte un estatuto de neutralidad, que Rusia retire sus tropas y la UE retire sus sanciones, que la UE y la OTAN dejen de intentar partir en dos a los ucranianos con propuestas como las de 2008 y 2013 y, sobre todo, que la OTAN abandone su constante expansión e introducción de armas de destrucción masiva en nuestro continente. Si los europeos no comprendemos esto, nos esperan por delante décadas de pobreza, proliferación nuclear y una nueva Guerra Fría en la que media Europa será proyanki y la otra media prochina. Y a usted le seguirán llamando prorruso.

Hásel-Paris Álvarez

es analista político

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