Una vulgata lamentable

«Una extracto del libro La nueva derecha: por una crítica positiva »

Robert Steuckers – Letras Inquietas

 

Buena parte de los militantes neoderechistas parisinos se consideraban herederos de un complejo ideológico más místico que político, más idealista que concreto, un complejo que se cultivaba en el gueto con exclusión de todos los demás y que mezclaba el fascismo francés y los escritores «malditos» de la «colaboración».

Al mismo tiempo, mezclaron este complejo corpus con la vena nordista, procedente de una lectura muy parcial de Gobineau e incluso de Vacher de Lapouge), en la que la historia se percibía como la disminución continua de la influencia física y metafísica de los pueblos germánicos en Europa, de la que Francia, su país, sólo era parcialmente heredera, una heredera, además, que había rechazado explícitamente esta herencia desde la época del abad Siéyès.

A grandes rasgos, digamos que, antes del aggiornamento de los años 90, en las primeras décadas de la historia de Nueva Derecha, consciente o inconscientemente, se puso el acento en el hilo de Gobineau–Drieu La Rochelle, un renacimiento de los panfletos antifascistas y antirracistas, pero esta opción, entre los camaradas pseudo–nacionalistas y neo–comunistas a la Alemania oriental, se reivindicó con cromosomas brekerianos para colmo.

Este hilo fue desvinculado de todo contexto político real y luego simplificado en una vulgata más bien estrecha, despertando la conmiseración de todos los que viven a diario los embates del mundo real, en cualquiera de sus formas. En los pasillos y los bastidores de la Nueva Derecha parisina, uno tenía la impresión de deambular en una utopía irreal, bajo una burbuja de cristal donde todos los hechos de la vida real que contradecían la imagen ideal del mundo, de los hombres y de los franceses, soñada por estos pequeños estudiantes fracasados, estaban condenados al desprecio, Estos estudiantes fracasados o empleados de banca mediocres con un perfil psicológico inestable que, por este hándicap, por sentir estas carencias y defectos en sí mismos, se habían reciclado, para darse una importancia ficticia, en una «lucha metapolítica planetaria».

Apoyados por todo un comercio de baratijas con el logotipo del GRECE, los defensores de la vulgata balbuceaban o garabateaban fragmentos tan oníricos como inconexos de este batiburrillo nórdico–fascista–parisino. Derivaron estos fragmentos de esta vena pseudogobiana y los expresaron en textos o imágenes o en discursos de borrachos después del postre, y luego los repitieron sin cesar, sin el menor espíritu crítico, mezclándolos con interpretaciones ingenuas y juveniles de los mundos uranianos–olímpicos y las caballerías ideales descritas por Evola en su Revuelta contra el mundo modernoCríticos del catolicismo popular, voluntariamente blasfemos con las estampitas, los crucifijos, las vírgenes y las santas a la manera de Saint–Sulpice, los galenos del GRECE repiten bajo otros signos los mismos fallos que los chaisières y los fanáticos de las parroquias de la trastienda.

 

El antifascista profesional sin oficio, el inefable René Monzat, tuvo un buen momento para denunciar esta «bimburocracia» en Le Monde, el 3 de julio de 1993. Este triste sujeto, cuya astucia ciertamente no tiene como principal cualidad la fulgurancia, concluyó que el GRECE era «fundamentalmente nazi», porque De Benoist, que no es ni nazi ni otra cosa que él mismo, nada más que su propio egoísmo narcisista, se había «endulzado» copiosamente vendiendo torres de Yule de terracota (siguiendo el modelo SS–Himmleriano) a su rebaño, ¡multiplicando por diez el precio básico de su mayorista alemán!

 

Robert Steuckers: La Nueva Derecha: Por una crítica positiva. Letras Inquietas (Septiembre de 2022)

 

Nota: Este artículo es un extracto del citado libro

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