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La izquierda alemana estalla

El contexto europeo y nacional explica esta aceleración.

Matteo Bortolon.-El Viejo Topo

 

Sahra Wagenknecht está considerada la tercera figura política más popular entre el electorado alemán. Era miembro de Die Linke, el partido de izquierdas considerado el más radical entre los capaces de obtener representación y entrar en mayorías parlamentarias, tanto a nivel federal como en cada uno de los Lander.

Personalidad tan célebre como polémica, en ruptura total con su antiguo partido, parece a punto de revolucionar el panorama electoral alemán fundando uno nuevo.

Según una encuesta publicada en el respetado periódico Frankfurt Allgemeine Zeitung, el 27% de los alemanes podría imaginarse votando a un nuevo partido de este tipo. Esta cifra, facilitada por el instituto de investigación Insa para «Bild am Sonntag», confirmaría un sondeo similar de YouGov, según el cual casi uno de cada tres votantes (29%) de la parte oriental de Alemania –que ha sido a la vez bastión de Die Linke y escenario del mayor auge de la AFD, partido considerado de extrema derecha– podría votar al nuevo partido de Wagenknecht.

En Occidente serían «sólo» el 19%. Lo que ya es un espejismo inverosimil para los pequeños partidos tildados de anticapitalistas en todo Occidente.

Tales cifras deben tomarse con pinzas: los sondeos electorales, ya de por sí generalmente sujetos a la incertidumbre, son especialmente poco fiables con partidos incipientes o que pueden no pasar de las barricadas: el votante medio teme «dispersar el voto», por lo que muchas veces el apoyo electoral real tiene que contar con el miedo a ver la victoria de lo que se percibe como el «mal mayor», votando por el «mal menor». Pero, ¿cuál es hoy el mal menor?

El contexto parece favorable. Durante el último año y medio, Wagenknecht se ha posicionado criticando duramente la política pro-ucraniana del Gobierno federal y las sanciones energéticas contra Rusia.

En años anteriores, como representante de Die Linke, había lanzado críticas a la entonces canciller Merkel por las políticas de austeridad y la gestión de la crisis de la deuda europea. Uno de sus torrenciales discursos contra el Gobierno en 2014 se hizo muy famoso en las redes sociales, subtitulado en varios idiomas.

Pero frente al posicionamiento clásico de la izquierda radical, se ha ido diferenciando cada vez más, con posiciones más restrictivas hacia la inmigración y menos entregadas a la transición ecológica, centrándose en la perspectiva de clase dirigida a las clases subalternas y rechazando el idealismo europeísta edulcorado.

En 2018 Sahra, junto a su colega de origen italiano Fabio De Masi (que en una reunión en Italia había descrito a Los Verdes alemanes como «un partido liberal que se dedica al reciclaje»), habían fundado un movimiento afín a sus ideas llamado Aufstehen (cuyo significado suena un poco como «Levantémonos») preocupados por el ascenso de la extrema derecha y deseosos de recuperar una relación con las clases trabajadoras y desfavorecidas como estrategia para socavar dicho avance. Pero ambos diputados permanecieron en Die Linke y Wagenknecht dejó la dirección del movimiento al año siguiente, abandonando la perspectiva de construir cualquier subjetividad política para dedicarse a otra cosa, como la escritura de no ficción. Su libro contra la «izquierda liberal» se mantuvo en los primeros puestos de las listas de no ficción.

Esta vez parece que han llegado. De Masi dejó Die Linke a finales de 2022, y el FAZ informa de un procedimiento de expulsión para Wagenknecht. Quien no parece hacer muchos esfuerzos por quedarse: en los últimos meses se ha rumoreado sobre la promoción de un nuevo partido, presumiblemente orientado a presentarse a las elecciones europeas de 2024. La prensa alemana informa de que el lunes 23 de octubre se presentó en rueda de prensa la Bundnis Sahra Wagenknecht, una asociación explícitamente destinada a fundar una nueva entidad política.

El contexto europeo y nacional explica esta aceleración. El apoyo a Ucrania y la política de sanciones impulsada con decisión por la Comisión Europea han sido el principal clivaje político del último año y medio.

Mientras tanto, la popularidad de la coalición del semáforo entre los votantes cayó a su nivel más bajo desde las elecciones federales. El SPD (ahora en el 16%) y el FDP (5%) volvieron a perder apoyo, mientras que los Verdes se mantienen en el 13%. Esto significa que sólo uno de cada tres votantes seguiría eligiendo a uno de los partidos del Gobierno. En las elecciones federales de hace dos años, el porcentaje fue del 52%. Y el descontento con el Gobierno en su conjunto también está alcanzando niveles sin precedentes. Según Insa, el 71% de los alemanes en Alemania está insatisfecho con la actual coalición, sólo el 24% está satisfecho.

Las razones no son meramente idealistas. Alemania ha registrado un déficit comercial, fenómeno inédito desde principios de los años noventa. En 2023, tras dos trimestres consecutivos sin crecimiento, el Gobierno tiró la toalla y tuvo que admitir un descenso del PIB del -0,4% para el año. La que un día fue presentada como la «locomotora de Europa» y puesta como modelo («hagamos como los alemanes», ¿recuerdan?) ve caer sus índices económicos y es objeto de deslocalizaciones ruinosas. Y no hace falta ser un genio de la economía para ver la relación con el aumento de precio de los productos energéticos debido a las sanciones adoptadas contra la Federación Rusa y al sabotaje del Nord Stream, el gasoducto que abastece a Alemania. La Comisión Europea escribe en sus previsiones económicas:

La economía alemana se estancó en el segundo trimestre de 2023, después de que el PIB real cayera un 0,1% en el primer trimestre. En ambos trimestres, el crecimiento fue significativamente más débil de lo previsto. Las pérdidas de salarios reales siguieron lastrando el consumo privado durante el primer semestre de 2023. Además, la débil dinámica de la demanda exterior se tradujo en unas exportaciones modestas. El consumo público disminuyó en el primer trimestre. Desde enero de 2023, los indicadores de confianza del sector manufacturero han seguido una tendencia a la baja. Esto fue particularmente pronunciado en las industrias intensivas en energía. Allí, la crisis de los precios de la energía tras la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania golpeó con especial dureza. Incluso después de que este shock se calmara, los niveles de precios de la energía siguieron siendo altos en comparación con los lugares de producción en otros lugares, especialmente fuera de Europa, con un impacto negativo en la competitividad.»

No es demasiado sorprendente que, frente al hundimiento electoral de la mayoría de Scholz, sea el partido identitario de derechas Alternativ fur Deutschland el más beneficiado. Este partido, tras debutar con posiciones antieuro pero con un perfil más bien liberal, ha virado hacia una oposición radical a la inmigración –por ello estigmatizado como xenófobo y excluido de alianzas con la derecha socialcristiana del establishment–. Un posicionamiento que, tras impulsarle más allá de los dos dígitos, parecía un callejón sin salida que impedía cualquier avance ulterior. Hasta que la quiebra del gobierno Scholz determinó las condiciones para un verdadero avance electoral de la AFD, que ahora tiene el viento a favor, viajando no sólo por encima del 12% en las encuestas, sino también hacia el 20% en algunos Lander.

La AFD, tras mostrar una fuerte oposición a las políticas anti-Covid, se opone enérgicamente al apoyo a Ucrania, cosechando el apoyo de los partidos dominantes, acusados de tener una actitud servil –de hecho, repugnante– hacia las políticas antirrusas de EE.UU. y la OTAN. En este contexto, no es tan fantástico imaginar una propuesta política similar de contestación a las políticas dominantes con un signo político de orientación socialista. Veremos si es así como Wagenknecht manejará la situación; las europeas están a la vuelta de la esquina y la crisis muerde. Más que nunca.

Miembros de la junta directiva de la asociación “BSW – Por la razón y la justicia” Lukas Schön (izq.), Amira Mohamed Ali, Sahra Wagenknecht, Ralf Suikat y Christian Leye (Berlín, lunes)

El diario Junge Welt lo ha presentado así: La política Sahra Wagenknecht ha anunciado que abandona el partido de izquierda. «Hemos decidido fundar un nuevo partido», afirmó Wagenknecht el lunes en una conferencia de prensa en Berlín. La decisión a favor del partido ya está tomada, afirmó la anterior líder del cogrupo de izquierda, Amira Mohamed Ali. Ha llegado el momento de abandonar la izquierda, añadió. Al mismo tiempo, anunció que Wagenknecht y sus partidarios estaban “dispuestos a permanecer en la facción de izquierda”. La asociación «Alianza Sahra Wagenknecht – Por la Razón y la Justicia» fue fundada para preparar un nuevo partido, informó en una declaración escrita. (dpa/jW)

Sociología Crítica: Sahra Wagenknecht ha dado el paso finalmente y emprende el camino de la fundación de un partido que reconstruya el espacio de la izquierda en Alemania, espacio hasta ahora en demolición por la tendencia woke-posmo que ha acabado controlando Die Linke y la coalición Semaforo con unos verdes ya en posiciones atlantistas y neoliberales. Ha dirigido esta carta al conjunto de Die Linke y la opinión pública, va firmada por los diputados que junto a ella dejan el viejo partido y asumen la nueva tarea. En España, lo que representa Sahra Wagenknecht es visto con extraordinario recelo por el conglomerado Sumar y aledaños, es decir el equivalente español a los «falsarios», la tendencia de falsa izquierda que ella combate. En breve su libro de ese nombre, Los Falsarios, aunque en España se use tal vez otro título, está en curso y será publicado en breve; lleva, al parecer, prólogo de Manolo Monereo, todo un especialista en falsarios pues los que ha servido fielmente toda su vida, una contradicción que no les resta valor al libro. Sarha marca el camino a seguir: desenmascarar a la falsa izquierda y reconstruir el espacio de resistencia y lucha. Ahora la carta:

 

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