DE ACTUALIDAD
Jordan Bardella
El hijo político de Marine Le Pen.
Lilith Verstrynge.- El País
La nueva estrella de la extrema derecha francesa ha logrado convencer a las clases medias y trabajadoras de que defiende sus intereses mejor que una izquierda inmersa en luchas internas.
Cada cinco años ciertos temas sobrevuelan de nuevo el continente europeo: crisis migratoria, política de seguridad y defensa, deuda, austeridad y, por supuesto, auge de la extrema derecha. Y es que el avance reaccionario continúa, adaptándose al descontento de cada pueblo, colándose por las grietas de sociedades cansadas y hastiadas con la política. Un avance que, según todas las encuestas, se confirmaría con rotundidad el próximo 9 de junio en las elecciones europeas.
En cuatro de los seis países fundadores de la Unión Europea la extrema derecha podría ser primera fuerza: Francia, Italia, Países Bajos y Bélgica. Esto les convertiría en la segunda fuerza de la Eurocámara, solo por detrás del Partido Popular Europeo. Previsiblemente, serán los de Marine Le Pen y su Rassemblement National (RN) quienes más crezcan: más de diez puntos, acercándoles al mejor resultado electoral de la historia —solo superado por la coalición de Simone Veil en 1984.
Sin duda, una victoria del lepenismo sería instrumentalizada hasta la saciedad como una suerte de primera vuelta de las presidenciales francesas de 2027. En el otro extremo, se podría caer en la tentación de creer que estas elecciones no son más que un mero trámite. Pero es, en este contexto, donde florece el voto de protesta, el voto expresivo. Esto convierte a los comicios europeos en un momento perfecto para medir los movimientos tectónicos de nuestras sociedades. Y el RN lo ha entendido perfectamente.
Jordan Bardella, de 28 años, el hijo político de Marine Le Pen, se ha convertido en una estrella de la política francesa. Originario de Seine-Saint Denis, el departamento del norte de París donde la banlieu alcanza su máxima expresión en forma de rentas bajas, desigualdad, altas tasas de inmigración, violencia y criminalidad. Bardella es hijo de un pequeño empresario y una funcionaria de la Educación, procedentes ambos de la emigración de la Italia del triángulo industrial en los setenta. Marine Le Pen ha visto en él encarnado el mito de la asimilación francesa: un “superviviente” del cóctel explosivo de la periferia, que empezó a militar, según sus propias palabras, porque “no podía entender que hubiera niñas de 5 años portando hijab”.
El presidente de RN y número uno de Marine Le Pen el próximo 9-J conecta con el estado de ánimo de la Francia urbana. Su juventud, sinónimo de impulso renovador, amaga con dejar atrás la estética y herencia ultras que Jean Marie Le Pen legó a su hija. Abrazar un discurso soberanista, laicista y antiglobalización, y alejarse de los tics racistas, clasistas y xenófobos son el mandato. En definitiva: culminar la etapa de la “desdiabolización”.
La disputa y la apropiación de los símbolos de la patria, la asunción de un laicismo militante y la posición frontal ante el establishment han calado tanto en las clases medias y trabajadoras francesas, que RN aparece como la opción que mejor defiende sus intereses, frente a un centro desnortado y una izquierda ensimismada en disputas internas. Para Bardella, hablar como la izquierda es, también, abandonar el negacionismo climático, defender los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBIQ+. Y es que, ¿quién le iba a decir a Marine Le Pen que el ultraconservador y liberal Eric Zemmour la acusaría un día de izquierdista?
Bardella es la apuesta de RN para encajar con los valores postmaterialistas de la juventud. Una extrema derecha que se presenta ante los votantes como fuerza de gobierno; una fuerza, antaño en los márgenes, ahora autoproclamada heredera de la Agrupación por la República, el partido de Chirac. Un guiño a la moderación expresada, sobre todo, en su nueva posición sobre la salida de Francia de la OTAN, una organización a la que el viejo FN siempre había sido contrario. Bardella quiere ‘tranquilizar Francia’, dejar de ser la opción de las periferias rurales —bastión tradicional de la fuerza conservadora del FN— para conseguir, a su vez, derribar el muro cada vez más alto que separa a las metrópolis del resto del país.
El tándem Le Pen-Bardella ya ha transformado la sociología electoral de RN. Juntos simbolizan el final del ciclo jean-marinista, el ciclo de los hombres blancos, trabajadores y sin educación superior, de las inexpugnables fortalezas para el viejo FN: los ejecutivos, los jóvenes e incluso los jubilados. Si en 2019 a Bardella le apoyaron el 19% de los menores de 35 años, hoy son ya un 39%, que se une al 50% de los parados y la clase trabajadora.
Porque eso es Francia: un régimen presidencialista en el que prosperan grandes liderazgos providenciales. Cuando la República se tambalea, hace falta un salvador que restaure el orden inmutable. Bardella ya lo ha advertido: si el 9-J se siente respaldado, exigirá la disolución de la Asamblea Nacional. El debate, según el oriundo de Seine-Saint Denis, ya no es si el RN gobernará algún día Francia, sino cuándo. Solo el tiempo y una alternativa, construida con todas las energías cívicas y democráticas de la mejor tradición francesa, podrán quitarles la razón.