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Hola izquierda

¿Hay alguien ahí?

Antonio Caño.- The Objetive

«La crisis de la izquierda no es de votos, es de ideas, de identidad y de valores, todo ello perdido en la ambición desesperada por conservar el poder»

Aunque la izquierda ha ganado ocho de las 14 elecciones generales celebradas en España desde el comienzo de la democracia, el voto de la izquierda ha estado siempre más sometido a fluctuaciones. Sus votantes parecen ser más susceptibles al desánimo y a refugiarse en la abstención. «Desde la refundación del PP en 1989, el PP ha sumado en cada elección alrededor de 11 millones de votos, sin muchas oscilaciones. Los movimientos se han debido siempre a trasvases internos y temporales dentro del mismo bloque. En cambio, las variaciones de voto en la izquierda no han sido absorbidas dentro del mismo bloque ideológico, yendo a veces en gran medida a la abstención», afirman José Juan Toharia y Andrés Medina, máximos responsables de la empresa encuestadora Metroscopia.

 

El votante de la derecha parece más fiel, independientemente de las opciones que tenga delante. Una mayor parte del votante de izquierdas, en cambio, se queda en casa antes de respaldar a un candidato con el que no se siente identificado. «Por ejemplo», recuerdan los responsables de Metroscopia, «cuando Zapatero perdió cuatro millones de votos en 2011, muchos de ellos acabaron en la abstención; cuando Rajoy perdió cuatro millones de votos en 2015, casi todos fueron a Ciudadanos».

 

Los expertos detectan ahora de nuevo una desmovilización del electorado de izquierda, insatisfecho con la gestión del Gobierno. Eso puede afectar tanto al Partido Socialista como a Podemos, con la incógnita de cuál será el papel futuro de Yolanda Díaz. Esto no equivale ni mucho menos a un pronóstico de victoria de la derecha; la base electoral de la izquierda es aún considerable y queda tiempo más que suficiente para imprevistos que alteren el actual panorama político.

 

Sin embargo, lo que está en juego en estas próximas elecciones generales, previstas para el mes de diciembre, es algo más que una fluctuación de la masa electoral de la izquierda de la que, como siempre ha ocurrido, no tardaría mucho en recuperarse. Si la izquierda pierde las elecciones esta vez, se atisba una compleja remodelación de ese sector político, en el que ni el PSOE ni Podemos tienen garantizada su supervivencia. Una  remodelación de la que puede surgir una izquierda muy diferente a la que hemos conocido hasta ahora y que puede estar apartada del poder durante mucho tiempo.

 

Ni siquiera un resultado en diciembre que permita la reproducción de la coalición actual asegura a largo plazo la existencia de un proyecto de izquierdas coherente y confiable. El Frankenstein (segunda parte) desdibujaría aún más el perfil de la izquierda y comprometería en última instancia su futuro tanto como una derrota electoral. La crisis de la izquierda no es de votos, es de ideas, de identidad y de valores, todo ello perdido en la ambición desesperada por conservar el poder.

 

Los cuatro años del Gobierno de coalición no es una experiencia de la que la izquierda sale reforzada como proyecto político. Podemos ha fracasado estrepitosamente en todas las facetas. Ha fracasado, sobre todo, en la gestión, pero también ha arruinado su reputación como el referente político y moral que un día pretendió ser. Si no se viera favorecido por el fanatismo ideológico de algunos de sus seguidores, el destino electoral de Podemos no sería muy diferente al de Ciudadanos.

Tampoco el PSOE como partido sale reforzado de esta etapa en el poder. Cualquier decisión, acertada o desacertada, ha sido responsabilidad exclusiva de Pedro Sánchez, que ni siquiera se ha molestado en aparentar un debate interno. El destino del PSOE está ahora sometido, como nunca antes lo ha estado, a la suerte y voluntad de su máximo dirigente.

Alguna forma de recomposición en la izquierda parece, por tanto, inevitable, en un futuro próximo, que se vería acelerada y dificultada en el caso de su salida del poder. La escasez de líderes y de ideas puede hacer que esta recomposición sea larga e incierta. La eliminación de cualquier atisbo de disidencia dentro del PSOE deja a Sánchez manos libres para gestionar el futuro a su antojo, por lo que es difícil que prevalezcan los intereses partidistas sobre los personales. La desaparición de la socialdemocracia puede condenar a la izquierda a un modelo de frente único latinoamericano que Pablo Iglesias va lentamente perfilando desde los platós.

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