Giorgia Meloni

Una mujer al frente del partido revelación en Italia.

Francesco Giubilei.-

El 31 de mayo de 2020 Fratelli d’Italia [Hermanos de Italia] supera por primera vez en los sondeos el histórico resultado del 15,66% alcanzado en las elecciones políticas de 1994 por Alianza Nacional, llegando al 16,2%; un apoyo inimaginable hasta hace unos años por el partido fundado, en diciembre de 2012, por Giorgia Meloni, Ignazio La Russa y Guido Crosetto. En los meses siguientes, el crecimiento de FdI [siglas de Fratelli d’Italia] sigue aumentando y llega al 18%, superando al Movimiento 5 Estrellas, acercándose al Partido Democrático y reduciendo la distancia con la Lega, que se posiciona como tercera fuerza política italiana.

 

El recorrido de Fratelli d’Italia ha sido un ascenso político lento (que en los últimos meses ha sufrido una brusca aceleración), caracterizado por momentos difíciles, periodos complicados en los que parecía que todo iba a peor; sin embargo, con constancia, determinación y coherencia, el partido, que nació en un escenario totalmente distinto al actual, consiguió afirmarse gracias a algo único en el panorama italiano: Giorgia Meloni. Hoy en día la política se basa en los líderes; de hecho, en comparación con la Primera República [italiana], el papel de los líderes es aún más importante para obtener y consolidar el apoyo, especialmente en las elecciones nacionales. Las listas bloqueadas, por un lado, y una comunicación cada vez más invasiva y constante gracias a las redes sociales, por otro, han hecho que la centralidad del líder adquiera un valor preeminente. Este tipo de política se inauguró con la llegada al poder de Silvio Berlusconi en 1994, pero se ha seguido desarrollando en los últimos años con la llegada de las nuevas tecnologías. En comparación con el contexto del inicio de la Segunda República [italiana], los cambios han sido tan radicales y rápidos que muchos comentaristas han llegado a hablar del advenimiento de la Tercera República. Sin duda, el auge del Movimiento 5 Estrellas a nivel nacional, la elección de Trump en 2016 y el Brexit a nivel internacional, con el auge de los llamados partidos soberanistas, han ratificado una nueva convulsión incluso para la política italiana respecto a lo que ya había ocurrido con Tangentópolis.

 

 

El final de la experiencia amarillo-verde, la formación del nuevo gobierno PDMovimiento 5 Estrellas y, en particular, la pandemia de coronavirus, que se ha difundido de forma tan repentina como impactante, son la prueba de una nueva página que se ha abierto para la política italiana. En este escenario, Fratelli d’Italia tiene una peculiaridad que lo diferencia de otros partidos importantes: la imposibilidad de separar su trayectoria de la de Giorgia Meloni. A excepción de Forza Italia [Fuerza Italia] con Berlusconi -que, sin embargo, tuvo la experiencia del Popolo della Libertà [Pueblo de la Libertad]-, solo Fratelli d’Italia se puede reconocer con su líder desde su fundación. La Lega ha sufrido la transición de Umberto Bossi a Matteo Salvini; el Partido Democrático, si bien tiene una historia relativamente breve, ha visto alternarse varios secretarios; y el papel de Beppe Grillo en el Movimiento 5 Estrellas ha acabado siendo públicamente marginal, dejando espacio a Di Maio. Por el contrario, Giorgia Meloni recubre un papel de primer plano desde la fundación de FdI, y su liderazgo, que nunca ha sido puesto en discusión, es más fuerte que nunca. No es casualidad, por tanto, que crezca no solo la aceptación del partido, sino también la aprobación de Giorgia Meloni, una de las más altas entre los líderes italianos. Según el sondeo Emg-Acqua del 11 de noviembre de 2020, la líder de FdI se ha colocado incluso en primer lugar con un 39% de aprobación, superando al primer ministro Conte. Su papel al frente del partido está legitimado por su elección unánime en los dos congresos nacionales de Fiuggi en 2014 y Trieste en 2017, y por el apoyo de la clase dirigente arraigada en todo el territorio nacional.

 

Tras la disolución de Alianza Nacional y el nacimiento del PdL [siglas del Popolo della Libertà] en 2009, se inició un camino de fragmentación de la derecha italiana que llevó a la creación de diversas experiencias políticas. En retrospectiva, es difícil decir si la decisión de fusionar AN con el PdL fue acertada; hay quienes sostienen que en ese momento era el único camino viable, aunque es más frecuente la opinión de que si AN hubiera mantenido su autonomía, las cosas habrían ido de otra manera. Lo que sí es cierto es que, a la larga, el posicionamiento político de Fini habría provocado fracturas en el seno de AN difíciles de curar. Fini, la escisión de Futuro y Libertad y el desastroso resultado en las elecciones políticas de 2013 provocaron nuevas divisiones que solo se resolverán al cabo de muchos años. Fue en este turbulento contexto político en el que, cuarenta días antes de las elecciones de 2013, nació Fratelli d’Italia como una valiente alternativa que a algunos les pareció una apuesta que resultó, a posteriori, ganadora. El camino hacia la fundación del movimiento está jalonado por la candidatura de Meloni en las primarias del PdL y el acto “Las primarias de las ideas” en el Auditorium della Conciliazione de Roma el 16 de diciembre de 2012, convocado el mismo día en que se iban a celebrar las primarias del partido y mientras una parte importante de la entonces nomenclatura del PdL se ponía del lado de Mario Monti en un acto en el Teatro Olímpico. Sin embargo, aún estamos lejos de la recomposición de un mundo que se había perdido y fragmentado en los últimos años. Primero la disolución del PdL y, más tarde, el renacimiento de Forza Italia, llevaron a muchos antiguos miembros de AN a encontrarse en las filas de Forza Italia arrastrados más por los acontecimientos que por una verdadera convicción política. Los protagonistas de AN se dividieron en varias formaciones políticas: están los que optaron por permanecer en Forza Italia, los que se unieron a Fratelli d’Italia, los que -tras la transición de la Lega Nord [Liga Norte] a la Lega nacional- se unieron al partido de Salvini y los que intentaron crear su propio partido político.

 

Con el paso de los años, la mayoría de los exponentes que formaban parte de AN se acercaron a Fratelli d’Italia, pero definir el partido de Giorgia Meloni como una nueva AN sería no solo reductivo, sino también erróneo, porque FdI ha logrado abrirse a mundos que nunca en el pasado habían votado o se habían unido a un partido de derechas. Lo ha hecho, y esta es la gran diferencia con la escisión de Fini: sin abdicar de los valores de la derecha, ha creado un paralelismo con lo que logró Pinuccio Tatarella en la transición del Movimiento Social Italiano [MSI] a AN, y ha permanecido fiel a la línea de abrirse a nuevos mundos sin olvidar sus orígenes. No es casualidad que aún hoy en el símbolo de Fratelli d’Italia, tras un amplio debate, esté la llama tricolor para testimoniar una continuidad con la historia de la derecha italiana. Sí, porque, como dijo la propia Meloni en una entrevista en el canal de televisión La7 cuando le preguntaron quién era más de derechas, si ella o Salvini: “Yo soy la historia de la derecha italiana. Yo siempre he sido de derechas”, mientras que la del líder de la Lega “es otra historia”. La Lega, de hecho, más que un partido de derechas, es una fuerza posideológica votada por un electorado heterogéneo compuesto sin duda por votantes que se definen como de derechas y creen en las batallas de derechas, pero también por personas que vienen de una historia política completamente diferente.

 

El resultado del partido de Matteo Salvini en las elecciones europeas debe leerse en este sentido, con los porcentajes alcanzados en el extrarradio de las grandes ciudades donde los votantes que antes simpatizaban con el partido comunista o el PD, decepcionados por una izquierda incapaz de dar respuestas a sus necesidades, votaron a la Lega. Si tuviéramos que utilizar un término para definir a la Lega, podríamos llamarlo un partido posideológico con un fuerte componente identitario en su interior. El caso de Fratelli d’Italia es diferente: tiene una historia de derechas y, a pesar de que en algunos de los discursos de Meloni (como el que pronunció en la Piazza del Popolo de Roma en julio de 2020) se utiliza la oposición “pueblo versus élite” típica de las fuerzas políticas posideológicas, FdI es un partido de derechas a todos los efectos (aunque, como veremos, ha conseguido interceptar recientemente a un electorado posideológico). El riesgo es que, una vez alcanzado y estabilizado un apoyo considerable, se intente desvirtuar la identidad del partido, según un viejo (y nunca dormido) vicio de la izquierda de construir una derecha a su imagen y semejanza.

 

Giorgia Meloni, consciente de la experiencia de Fini, nunca ha desvirtuado su mensaje político en nombre de una inaprensible rehabilitación y de un “giro moderado” que correría el riesgo de comprometer lo que ha sido hasta ahora su fuerza. Por supuesto, hay una diferencia sustancial entre las encuestas y el apoyo real en el ámbito político, y no hay que dejarse engañar por lo que dicen los encuestadores, porque “si la derecha ha tenido un mérito en estos últimos años ha sido el de no fiarse nunca demasiado de las encuestas, y sería bueno que siguiera así”. Meloni es consciente de este riesgo y, al comentar las encuestas, ha dicho sin pelos en la lengua: “Espero poder alcanzar de verdad estos votos en las elecciones, en lugar de verlos atribuidos por los institutos demoscópicos”.

 

Las expectativas que ha creado son altas; hasta el punto que, a finales de 2019, el diario británico The Times la incluyó en la lista de las “veinte personas que pueden cambiar el mundo en 2020” junto a algunas destacadas figuras internacionales como Jimmy Sham, uno de los líderes de la protesta de Hong Kong, o la princesa Leonor de España: “Cuando el vídeo-parodia del discurso de Giorgia Meloni se hizo viral en noviembre, nació una estrella […]. Pero si bien la intención de los que lo crearon era irónica, sus crecientes filas de partidarios lo han adoptado como un himno”. La referencia es, no hace falta decirlo, el discurso en la Piazza del Popolo que se hizo viral en la red gracias al vídeo, “Yo soy Giorgia, soy mujer, soy madre, soy italiana, soy cristiana”. El reconocimiento internacional de Giorgia Meloni (no solo por The Times, sino también por el mundo republicano estadounidense y los conservadores europeos), es un paso más en el camino que acredita su liderazgo. La llegada de la COVID con la consiguiente alteración del contexto político mundial ha suspendido el juicio, pero 2020 ha sido el año de su ascenso. El objetivo de este texto es tratar de identificar y resumir los elementos que han determinado este ascenso, que no se debe ciertamente a factores aleatorios, sino a una larga trayectoria política y a algunas circunstancias a tener en cuenta. No se trata de una biografía de Giorgia Meloni, sino de un breve pero intenso viaje en busca de los fundamentos y las consignas políticas, culturales e ideológicas que han llevado al crecimiento de Fratelli d’Italia y de su líder, centrándose en el giro conservador producido en los últimos años y coronado por su nombramiento como presidenta del Partido de los Conservadores y Reformistas europeos [European Conservatives and Reformists Party; ECR Party sus siglas en inglés], una auténtica revolución para los conservadores. Un término que, incluso en la derecha italiana, sigue suscitando acalorados debates y que a menudo se utiliza de forma inadecuada, se entiende mal, se confunde con otras corrientes políticas y culturales y, a veces, se demoniza erróneamente. Este texto trata de establecer algunas de las claves del pensamiento conservador, destacando las diferencias entre el conservadurismo estadounidense y el europeo y, en particular, entre el conservadurismo de matriz latina e italiana, partiendo de la base de que, al igual que no existe una única derecha sino varias derechas, tampoco es correcto hablar de un único pensamiento conservador, sino que es necesario destacar las diferencias entre las distintas almas del conservadurismo. Solo tratando el mundo conservador como un mosaico de posiciones y facetas, no como un monolito, se puede entender lo que significa ser conservador en la Italia contemporánea, partiendo de algunas palabras clave que representan la base de valores como son patria, familia, identidad italiana y europea, raíces cristianas, libertad, naturaleza. Conceptos de los que Giorgia Meloni es intérprete en su acción política para lograr la revolución de los conservadores.

 

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