¡Es el centro, estúpidos!
«Moreno ha sabido interpretar el centro sociológico y lo ha acompañado con el relato de la moderación del ‘feijoismo’»
José Rosiñol.- The Objective
Winston Churchill, baluarte de la defensa de la democracia durante la Segunda Guerra Mundial, fue derrotado en las urnas el 6 de julio de 1945, cabría preguntarse ¿cómo es posible que la figura sobre la que recayó gran parte de la guerra fuese derrotado a los pocos meses de la Victoria contra el nazismo? Desde luego, con este artículo no trataré de responder a esta pregunta concreta, pero sí me sirve para intentar visualizar el porqué del cambio de ciclo político que hemos visualizado en las elecciones andaluzas del pasado domingo. A mi parecer hay dos temas fundamentales, por un lado saber interpretar el escenario y, por otro, saber hilvanar un relato acorde con el escenario interpretado.
Como podrán imaginar por el título del artículo, hablaré de eso llamado «el centro», un preciado bien que pocos saben localizar y menos entender. Empezaré por lo que no es, el centro político no es un eslogan, no es una herramienta del marketing político, ni un juego del lenguaje, esto lo saben bien los «centristas» de Ciudadanos porque, elección sí y elección también, se van estrellando contra el muro de la realidad y, sobre todo, el de la credibilidad. El centro político tampoco es algo estático, no está determinado por un corpus pétreamente ideológico ni ideologizado, esto es, no está sujeto a unos marcos referenciales muy marcados a los que acudir como si de un manual del buen marxista se tratase. Estamos ante un sistema dinámico y cambiante sustentado en procesos sociológicos más o menos evidentes que impactan en el marco mental y de percepción de la ciudadanía.
Este sistema dinámico llamado «centro» es la antítesis del populismo, de hecho es el peor de los escenarios para quienes tienen como único camino posible para el triunfo la polarización y el enfrentamiento social y/o identitario. La cuestión es que el «centro» tanto se interpreta como se construye y, por tanto, hay quien puede tratar de destruirlo. Entonces, la construcción del centro pasa por una visión inclusiva de la política, no reactiva y sí propositiva, una concepción constructiva de la realidad y de los proyectos y, por supuesto, con una fuerte tendencia hacia la pedagogía de la cultura democrática. Estamos hablando de crear un relato muy pegado a la realidad, con unas profundas raíces en las bases de la democracia, con un fuerte sentido emocional, una gran capacidad de empatía y, algo que el centro-derecha suele olvidar, un tono ilusionante de futuro basado en proyectos creíbles.
Todo esto está muy bien (o no), pero ¿cuál es la explicación del cambio copernicano acaecido en Andalucía? ¿Cómo es posible que se haya puesto fin a cuarenta años de hegemonía social y política de la «izquierda»? Respuesta fácil: Juanma Moreno ha sabido interpretar el centro sociológico y lo ha acompañado con el relato de la moderación del «feijoismo». Esto es cierto, pero ¿cuál es el actual centro sociológico y por qué demanda moderación? Creo que estamos ante un profundo cambio en el marco mental de la ciudadanía, casi de carácter ontológico. Por un lado hemos sufrido una pandemia que nos ha empujado por el precipicio de la realidad de la fragilidad humana y, por otro, nos ha impactado la «realpolitik» en forma de la invasión de Ucrania visualizando que la libertad es algo que se debe defender y no es un hecho que viene dado por sí mismo.
Estos profundos cambios hacen que las necesidades y percepciones de la población sean distintas, vemos que la vida es mucho más dura que la «hipersimplificación» populista, que el problema no radica en el lenguaje sino en los hechos, que la narrativa de la izquierda identitaria no encaja con esa realidad sobrevenida, que nuestro futuro no viene determinado por el número de géneros sino por las políticas pegadas al terreno y a los cambios que cimienten nuestras libertades, que la división solo lleva al enfrentamiento y, como hemos visto, las escaladas del enfrentamiento pueden ser sencillamente terribles. Esto ha hecho que el centro se haya ensanchado, que la moderación y la visión constructiva de la realidad haya triunfado. Es por esto que hay un gran cambio de ciclo político en nuestro país, es por ello que la ideologización de la política y de la realidad empieza a ser solo efectiva en los muy cafeteros.
De igual forma, para huir de la polarización, hemos de no caer en la trampa identitarista, aquella por la que la política y, más aún, el principio de ciudadanía viene determinado por una serie de valores culturales concretos y circunscritos a un territorio idealizado. Naturalmente, estoy hablando de la trampa del nacionalismo. España es un país plural, nuestra democracia es inclusiva, por ello no deberíamos hacer el caldo gordo a aquellos que utilizan la identidad para intentar colectivizarnos y dividirnos, no deberíamos dar pábulo al victimismo falaz y lastimero disfrazado de economía. Tenemos la oportunidad de crear y proponer un relato que destape las vergüenzas del nacionalismo y visualice una realidad plural, constructiva e inclusiva de nuestro país. Tratar de camuflarse en el ecosistema creado por el nacionalismo, aceptar sus marcos y caer siempre en sus debates nos lleva inexorablemente a mantener esta deriva de paulatina destrucción de nuestro país. Algo tan sencillo, que propuse al gobierno de Mariano Rajoy y a otros líderes (ahora en el Gobierno), como romper el cuasi monopolio mediático del nacionalismo en Cataluña, serviría para oxigenar una sociedad catalana asfixiada en la ciénaga de la narrativa victimista/agresiva del nacionalismo.
Pero hay un tema más que creo fundamental que ya he apuntado, la moderación no solo puede estar basada en la eficacia en la gestión, debe nutrirse de proyecto de cambio y de visión de futuro, cuestión que no entendió Churchil… Sé que nos acercamos hacia una más que difícil coyuntura económica que responde al reposicionamiento de las grandes economías mundiales ante los cambios geopolíticos y geoestratégicos. Pero esto no nos puede llevar a centrarnos únicamente en la mera gestión de la crisis, no podemos cometer uno de los errores del gobierno de Mariano Rajoy: no encarar cambios estructurales profundos por tener que encarar una gran crisis económica. Más aún, diría que las crisis son el momento para poder encarar los necesarios cambios estructurales que nos proyecten hacia el futuro, si no lo hacemos así, nunca saldremos del bucle político por el cuál en cada vuelta, el país y sus instituciones se deterioran y, el potencial-país, se va empequeñeciendo.
Como decía, el centro y el relato de la moderación debe estar acompañado con ilusión y acción de cambio, hemos de romper de una vez por todas el mantra de que el progreso es algo de la izquierda. Si no lo hacemos así, si no dejamos que lo urgente tape lo importante, podremos construir un futuro en el que los extremos solo sean un recuerdo del pasado y, por tanto, que el marco de juego sea el centro y no la polarización. No hacerlo así, sería no entender la profunda necesidad de referentes claros de la población y, sobre todo, de horizontes de futuro para nosotros y nuestros descendientes.