El gran museo egipcio
Un proyecto faraónico lastrado por continuos retrasos.
Se dice que los antiguos egipcios tardaron 20 años en construir la Gran Pirámide de Guiza que el faraón Keops ordenó levantar para ser enterrado en ella. Hace ya 20 años que el entonces presidente, Hosni Mubarak, colocó la primera piedra del esperadísimo Gran Museo Egipcio, un proyecto concebido junto a las pirámides en los años 90 que bien merece el calificativo de faraónico pero que sigue lastrado por los retrasos que ha acumulado por razones políticas, económicas, sanitarias y organizativas.
Pese a que el Gobierno egipcio había anunciado su apertura para este otoño, coincidiendo con el 100 aniversario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón y el 200 aniversario del desciframiento de los jeroglíficos, los fans de la egiptología tendrán que esperar probablemente hasta bien entrado 2023 para visitar el que será el mayor museo arqueológico del mundo y uno de los más modernos.
Todas las cifras que rodean al Gran Museo Egipcio son de vértigo, comenzando por su extensión –ocupará en total casi 500.000 metros cuadrados, equivalente a 70 campos de fútbol– y su coste, que se ha duplicado y ha pasado de los 550 millones de dólares presupuestados inicialmente a los 1.000 millones de dólares invertidos hasta ahora, sufragados por el Gobierno egipcio y con préstamos de Japón, además de otros donantes e instituciones. Más de mil propuestas fueron enviadas al concurso internacional para diseñar el complejo, que ganó en 2003 el estudio de arquitectura irlandés Heneghan Peng.
En la entrada, una gigantesca estatua de Ramsés II de 80 toneladas y 11 metros de altura dará la bienvenida a los visitantes, que podrán admirar 100.000 obras de arte entre las que destacan los 5.000 objetos hallados por Howard Carter en la tumba de Tutankamón. Por primera vez se exhibirá en un mismo espacio el ajuar completo con el que fue enterrado en el Valle de los Reyes de Luxor, ahora repartido por varios museos e instituciones. Por ello, y pese a que se esperaba que el museo abriese en 2018, este aniversario era una fecha idónea para su inauguración.
Entre las joyas expuestas no figurarán la piedra de Rosetta, el busto de Nefertiti, la estatua de Hemiunu ni el Zodiaco de Dendera, los cuatro icónicos objetos que las autoridades egipcias desean recuperar y que se exhiben en el Museo Británico de Londres, el Neues Museum de Berlín, el Roemer-und Pelizaeus-Museum de Hildesheim y el Louvre de París, respectivamente.
Estas piezas salieron de Egipto antes de que se aprobaran las leyes de patrimonio que en las últimas décadas han permitido que les devuelvan miles de objetos sacados del país. Con el Gran Museo Egipcio, las autoridades quieren demostrar también que son un país moderno y capaz de garantizar la seguridad de las obras de arte que consideran que les pertenecen, frente a los que defienden que sigan expuestas en esos museos europeos argumentando que, además de ser accesibles para millones de personas, están mejor conservadas y sin los riesgos asociados a la inestabilidad política egipcia, una de las razones por las que se ha retrasado el Gran Museo.
Las obras comenzaron en 2005 pero se paralizaron en 2011 por el estallido de la Primavera Árabe. En 2014, con la llegada al poder de Al Sisi, se retomó su construcción con el impulso de ayudas y préstamos internacionales. Cuatro años después, un aparatoso incendio en el lugar de construcción afectó a los andamios aunque sin causar grandes daños, y en 2020 golpeó el Covid. Según explicaba en una reciente entrevista Mostafa Waziry, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, al retraso ocasionado por la marcha de los contratistas extranjeros debido a la pandemia se sumó el cierre de la mayoría de las fábricas que les suministran los elementos para colocar las piezas.
El Gobierno de Al Sisi ha apostado en los últimos años por las excavaciones dirigidas por sus propios arqueólogos y pretende que el nuevo museo sea un imán para el turismo, uno de los principales motores de su economía del que dependen muchos ciudadanos. Pero la falta de ingresos por la pérdida de turistas por la Primavera Árabe y la pandemia no sólo dejó sin sustento a millones de egipcios, afectó directamente tanto a la construcción del Gran Museo como a sus misiones arqueológicas y a la conservación de su patrimonio.
Las expectativas para el Gran Museo son altas: esperan que lo visiten 15.000 personas cada día, lo que al año supondría entre cuatro y cinco millones (a modo de comparación, antes de la pandemia El Prado recibía 3,2 millones de visitantes y el Museo Británico, seis millones).
El flamante edificio, que incluirá un museo para niños, estará a sólo dos kilómetros de las pirámides de Guiza, lo que facilitará su visita a los turistas, que no tendrán que sufrir el congestionado tráfico desde la plaza Tahrir, donde se encuentra el Museo Egipcio de El Cairo. Para muchos amantes de Egipto, su apertura será un gran aliciente para regresar.