CULTURAS

El «best seller» perfecto

Novela negra, histórica y un poco de salseo.

Andrés Seoane.-El Mundo

 

Género en auge en nuestras librerías, el ‘thriller’ histórico logra combinar el amor por el pasado y por la intriga haciendo las delicias de los lectores. Cuatro escritores nos cuentan las claves para maridar ambos mundos.

 

Género en auge en nuestras librerías, el ‘thriller’ histórico logra combinar el amor por el pasado y por la intriga haciendo las delicias de los lectores. Cuatro escritores nos cuentan las claves para maridar ambos mundos librerías, el ‘thriller’ histórico logra combinar el amor por el pasado y por la intriga haciendo las delicias de los lectores. Cuatro escritores nos cuentan las claves para maridar ambos mundos

 

La novela histórica y la novela negra son los dos géneros literarios más cotizados en cuanto a lectores se refiere. Año tras año, libros de ambas temáticas copan las listas de más vendidos y hacen las delicias de miles de aficionados. ¿Pero qué pasa cuando ambos se funden en una única historia, en un thriller histórico?

 

En puridad, el fenómeno de ambientar un crimen o un misterio en cualquier época del pasado no es nuevo. Baste recordar uno de los grandes best sellers del siglo pasado, El nombre de la rosa -recientemente adaptado al cómic por Milo Manara– en el que Umberto Eco nos hacía seguir los pasos de Guillermo de Baskerville, su brillante monje investigador. O la celebrada trilogía de novelas de la recientemente fallecida Hilary Mantel ambientadas, a través de Thomas Cromwell, en la convulsa e intrigante corte de Enrique VIII.

 

Incluso dentro de nuestras fronteras hay maravillosos ejemplos de los últimos años, como Iacobus de Matilde Asensi, La cena secreta de Javier Sierra o la más reciente La ciudad, de Luis Zueco. Más allá de los precedentes, la realidad es que el thriller histórico vive un momento dulce a nivel global, como demuestran las recientes y exitosas novelas del sueco Niklas Natt och Dag y el alemán Oliver Pötzsch, o el salto a este tipo de obras de autores tan dispares como Andréi KurkovElvira Roca Barea o Carmen Mola, que llegan a él desde el ensayo, la novela literaria o el noir más canónico.

 

UN PASADO TRISTEMENTE VIGENTE

 

Este es el caso del peruano Santiago Roncagliolo, quien tras abordar en su obra la cara oculta del siglo XX peruano viaja en El año en que nació el demonio (que Seix Barral publica el 11 de octubre) al siglo XVII para narrar la historia de Rosa, de quien se dice que es capaz de hablar con Dios y con el Diablo, y de su perseguidor Alonso Morales, un novato alguacil del Santo Oficio. «Siempre he escrito con mucho suspense, me encanta que no se pueda soltar una novela», afirma. «esta vez, encontré en el siglo XVII un universo de realismo mágico macabro brujas, demonios, flagelaciones, inquisidores… ¿qué más se necesita para una historia de terror e intriga?».

 

 

 

El escritor comparte también la complejidad de fusionar ambos géneros. «La clave fue la mirada del narrador. No quería un policía con ideas del siglo XXI en un decorado del XVII. Alonso Morales está investigando lo que investigaría un inquisidor de verdad: por qué ha llegado el demonio, quiénes son sus cómplices y cómo vencerlos», detalla. «Me basé en los verdaderos procesos contra brujas, que tenían la estructura de una novela policiaca: había unos indicios, unos testigos, una investigación y unas conclusiones. Había métodos de interrogatorio -en realidad, de tortura- y un jurado. A partir de ahí, la intriga estaba servida».

 

Pero además de la intriga, Roncagliolo sostiene este viaje al pasado como una opción de repensar el presente. «Por momentos, me daba la impresión de escribir sobre el siglo XXI. Todavía hay gobernantes que creen que el único lugar de una mujer es ser esposa. Y que la gente de otras culturas es peligrosa. Los inquisidores de hoy hacen sus linchamientos públicos en las redes. El siglo XVII es el germen del nuestro. Y quizá no esté solo en el pasado… sino también en el futuro», reflexiona.

 

EL CÓCTEL PERFECTO

 

Quien también ha salido de su zona de confort es Susana Martín Gijón, que tras una sólida carrera de diez novelas en el noircambia la Sevilla actual por la del siglo XVI en La Babilonia, 1580 (Alfaguara), que se adentra, a través de la historia de dos mujeres, una prostituta y una monja, en «la época de mayor esplendor de Sevilla, capital comercial del Nuevo y el Viejo Mundo gracias al monopolio del Puerto de Indias. Una ciudad a la que llegaban cargamentos de oro y plata y toda clase de riquezas, atestada de lujo en sus cada vez más numerosas casas palaciegas, pero también, y a causa de todo ello, escenario de mucha desigualdad y de una feroz lucha por la supervivencia».

 

«Sentí que era el momento de lanzarme a otro periodo diferente, donde también hay mucha denuncia social que hacer. El equilibrio entre la ambientación histórica y el ritmo del thriller era uno de los grandes retos», comparte. Sin embargo, reconoce jugar con ventaja, pues «al llevar ya una decena de novelas policiacas, conozco los tiempos del thriller, los capítulos cortos con finales en alto, los giros de guion, el misterio de la novela-problema… Se trata de jugar con todo ello al tiempo que se transporta al lector a una experiencia inmersiva en otra época», explica.

 

En este sentido, la escritora defiende la amalgama de historia y noir porque «la novela negra tiene un componente de denuncia social que es muy necesario, pero cuenta además con el atractivo de un misterio que resolver y la insondable cuestión de la maldad del ser humano. Si a ello se le añade el hecho de acceder a un periodo de nuestra historia de forma amena, aprendiendo a la vez que se disfruta, tenemos un cóctel perfecto».

 

CUESTIONANDO LA HISTORIA

 

Pero el thriller histórico no se limita a recrear o dejar constancia de una época pasada, sino que también se permite especular sobre la verdad que hay en lo que nos han contado. Eso hace Tony Gratacós en su debut Nadie lo sabe (Destino), una fascinante historia que se coló entre los libros más vendidos de 2022, en la que Diego de Soto, cronista de Carlos V, descubre que Juan Sebastián Elcano mintió en relación a la famosa primera vuelta al mundo. «Muchos de nosotros damos por sabida esta época, pero pocos somos conscientes de lo que realmente significó», justifica el escritor.

 

«La primera vuelta al mundo fue como llegar a la luna en 1969, mucho más importante que este hecho, y no era Washington sino Valladolid el centro de poder. Pero muchos seguimos creyendo que todos los logros que se hicieron en aquella época fueron fruto de la casualidad, que los españoles pasábamos por ahí y como éramos unos muertos de hambre…», protesta Gratacós. «Nos queremos muy poco, y con Nadie lo sabe quería abrir los ojos al lector y que se diera cuenta de que nuestra historia fue apasionante, más que cualquier episodio de la mejor serie actual».

 

Para el escritor, la clave de mezclar ambos géneros con éxito reside en «la pasión, en poner sangre, sudor y lágrimas a ese pasado, ponerse en la piel de sus personajes, hacerlos sentir, vibrar, emocionarse, desnudarlos ante el lector del siglo XXI, sin por ello perder el respeto por lo que fueron y significan». Y para hacerlo, afirma, «hay pocos géneros que sepan aunar conflicto y tensión como lo hace el thriller. Es como darle un chute de adrenalina a una clase de historia».

 

PONER MIMO EN LOS DETALLES

 

Además de todo lo dicho sobre las bondades del género, otra debutante, Sandra Aza, desgrana los entresijos de cómo escribir thriller histórico. «Cuando un autor decide enmarcar su novela en el pasado, asume una tarea adicional: la reconstrucción histórica con todo lo que supone, porque cuesta menos describir el Madrid de nuestros días, que el del siglo XVII y no es lo mismo detallar los vaqueros de tal o cual personaje que dibujarle vestido con jubón, borceguíes, ferreruelo y tahalí», apunta. «Para procurar un viaje en el tiempo al lector, el proceso de documentación tiene un peso capital y eso demanda un análisis exhaustivo de la gastronomía, la moda, el léxico, las tradiciones, las costumbres, la manera de pensar, de comportarse, de afrontar la vida…, en definitiva, de todo lo que avía y atavía una sociedad».

 

Y también, previene contra el lector atento. «El aficionado a este género es muy culto y dueño de una erudición capaz de captar gazapos. Si ponemos en boca de alguien del siglo XIV vocablos como ‘sádico’, más de un lector se percatará de que el marqués de Sade aún tardaría varios siglos en nacer. Cualquier despiste en este sentido puede lastrar el libro. No importa que se trate de una obra maestra. Idéntico riesgo se corre si en un relato del siglo X medimos la distancia en kilómetros, un personaje come tomates, maíz o patatas en España antes de la llegada de Colón a América o un muchacho del Renacimiento suelta un ‘vale’ o un ‘OK'», aconseja.

 

Todo ello está muy presente en Libelo de sangre (Planeta), cuya trama nos lleva a Madrid, al invierno de 1620. La aparición de una joven violada hasta la muerte y de un muchacho al que han extirpado el corazón siembra el pánico en la ciudad. Todo apunta a un crimen ritual y pronto surge en los mentideros de la Villa un libelo de sangre (acusaciones falsas que culpaban a los judíos de sacrificar niños cristianos) contra Sebastián Castro y su esposa Margarita Carvajal. La larga y siniestra sombra de la Inquisición se cierne sobre ellos, pero el hijo mayor del matrimonio, Alonso, de trece años, consigue escapar e inicia la búsqueda desesperada de una manera de rescatarlos, lo cual le obliga a sumergirse en los bajos fondos de un Madrid sórdido, oscuro y muy peligroso.

 

Volviendo a nuestro debate, para Aza «el atractivo reside en la mezcla. Es como una taza de chocolate y una ración de churros. Por separado están deliciosos, pero juntos saben a gloria. Lo mismo sucede con el thriller histórico. El thriller gusta; la Historia fascina; maridados entusiasman», concluye rotunda. En definitiva, la salud del género demuestra que todavía queda mucha historia por explorar. Y si se hace a través de un buen misterio, mucho mejor.

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