Sin odio pero con reparos.

Así voy a intentar escribir este apunte en el blog. Y lo digo porque soy un apasionado del cine – también del español – pero no soy ni un fanático acrítico ni un destructor inmisericorde. No se trata de ser un blandito o un equidistante del centro centrado, sino de no comprender ni compartir las fobias a «los de la ceja» ni la adoración por los «comprometidos de la Cultura«. Ni tanto ni tan corto. La realidad es mucho más normal y menos futbolera. 

El cine español es una potente industria que genera mucho trabajo y que además debiera ser imagen de España. Pero no es «la Cultura» como un todo. Cuando desde la bandería progre se dice con admiración que la gente de la Cultura – con mayúsculas – están en tal o cual causa, me sonroja y me indigna en igual proporción, porque siempre se refiere al mundo del espectáculo audiovisual dejando de lado a pintores, escultores, escritores, historiadores, filósofos etc., y otros centenares de actividades que si conforman un todo cultural, en beneficio de los de los focos y la promociones de estreno. Igual que me ofende oir a los de la bandería contraria insultarles como apesebrados e inútiles. Falso. El cine español es de calidad y no es un sector más subvencionado que otras decenas de actividades económicas que reciben ayudas de forma permanente por parte del Estado, por su interés estratégico o coyuntural.

Ayuda poco, es verdad, para lograr sacar del guerracivilismo al cine, la insoportable tendencia de algunos de hacer de la provocación y el posturéo ideológico caparazón de su mediocridad creadora – el caso de Eduardo Casanova es de los más destacados – o la renuncia de una parte de la derecha a la cultura popular como algo tan propio como de todos, cayendo en los tópicos ancestrales de que es un nido de rojos. Se confunden unos y otros. La cultura en general y el cine en particular es un espacio tan amplio y plural como la sociedad misma formado por individuos de toda clase y condición. El problema es que en este país no se ha hecho de la Cultura política de Estado –ay Semprúm, que razón tenías – y es otro frente de batallas propicio a tomar partido en una España que tan poco se quiere y respeta a si misma. El «leyendanegrismo» también nos toca de lleno en este asunto.

¿Y sobre los premios y premiados? Echando de menos algún reconocimiento a Alcarrás, contento con los premios a Cinco lobitos y satisfecho del nuevo Goya a Luis Zahera  – grande hasta para recoger el premio – y el homenaje a Carlos Saura, uno de nuestros mejores. Ah… y Evolé siempre tan oportunista y manipulador como siempre. Ejemplo de las banderías – sin más fondo que la pose– que tanto daño nos y se hacen. ¿Los presentadores? Bastante correctos. ¿Y los vestuarios? Previsibles y horteras a partes iguales.

Me gusta el cine. Y el español también.

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