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Una contra todos, todos contra una.

 Mucha pereza la verdad. Ver el debate organizado por Telemadrid entre los candidatos de los partidos parlamentarios a la presidencia de la región madrileña –quedó excluida mi amiga Aruca, candidata rebelde de Cs– me ha dado mucha pereza. La estrategia de ir todos contra Ayuso no es extraña, para eso preside ella la comunidad, pero trasladó una imagen de abusones intentando vapulear –con voces por detrás apostillando incluidas– a una persona contra la que tienen no solo un inquina personal y política evidente –lo primero se vislumbraba más que lo segundo– sino además un miedo electoral terrible. Se escucharon un montón de propuestas eso no hay que negarlo, pero se entendieron muy pocas, porque el formato daba para recitarlas como la lista de los reyes godos entre chascarillos y maldades para mostrar el rostro maligno de la presidenta. Y la presidenta se mostró en su salsa entre tanto ataque –los de VOX bastante evidentes en materia de inmigración o inseguridad– que dejaban en segundo plano las luces y sombras de su gestión para centrarse en las ganas de darla palos. 

¿Va a mover este debate al electorado? Lo dudo, como pasa con todos del debate. A los fieles de uno y otro bando no los mueve ni un tsunami y a los indecisos, incrédulos o indefinidos no les (nos) aportó nada nuevo. De tanto repetirlo todos, de lo que ya no dudamos es de que Madrid necesita urgente un cambio, un revulsivo, un impulso…, lo que pasa es que no se aclaró si los que dicen pretender hacerlo desde las izquierdas variadas tienen capacidad para esa tarea –el ejemplo del gobierno «fróncostin» de Sánchez genera muchas dudas– o si los que están pueden ser los que lo promuevan tras tantos años de poder absoluto y un modelo inmovil. Ahí está el dilema que diría Cantinflas.