Lo he dicho por activa y pasiva. Mi posición contra la ley de amnistía es la misma que defendía Pedro Sánchez hace cinco años, justo hasta necesitar hace unos meses los votos de Puigdemont para ser investido presidente pese a haber perdido las elecciones generales. La misma que todos los dirigentes y militantes socialistas clamaban como verdad absoluta cuando denunciaban que esa exigencia de unos delicuentes convictos exigian era inmoral por desigual y una indecencia por chantaje a nuestra democracia. Eso antes, claro de convertir a los «fachas» de Junts en «progresistas» y a todos lo que opinamos diferentes en fascistas peligrosos. Todo en defensa de los cambios de opinión e intereses personales del mayor caudillismo visto en la historia del PSOE y de la democracia española, representando por Pedro Sánchez. Un PSOE que ha culminado su conversión de un partido que se reclamaba de trabajadores libres e inteligentes, que así decían sus estatutos desde los tiempo de Pablo Iglesias (el verdadero, no el de wallapop) en un sindicato de cargos públicos, palmeros y aspirantes a serlo (cargos públicos palmeros, digo), sin capacidad de debate y de expresar opiniones críticas. Una pena.
La amnistía, no solo por el hecho sino por el motivo corrupto de comprar votos a cambio de torcer la legalidad, es verdad que no va a tener coste político. El votante de izquierdas está vacunado contra todo por un virus antifacista que le permite justificar cualquier cosa por truculenta e indecente que sea, antes de que la derecha se alterne con normalidad en el gobierno. Lo que es evidente, es que lo que le inhabilita es para lograr mayorías sociales en las urnas quedando condenados a depender de quienes quieren romper España, sean de izquierdas o derechas porque ahí no existen muros, y aumentar sus privilegios frente al resto de ciudadanos de otras regiones. Por eso, es cuestión de tiempo que las nuevas generaciones de jóvenes que no tragan en su mayoría con este modelo le den la mayoría de gobierno a quien se oponga a esta izquierda posmoderna vendida al cortoplacismo de sus cuentas corrientes. Si es que antes la derecha no se sigue pegando tiros en los pies con su torpeza y su moralidad y coherencia también cuestionables.
A mi la amnistía me indigna y se nota. Pero más aún que se haga en nombre de conceptos tan loables como la convivencia y la reconciliación, cuando se trata de privilegios y prebendas a costa de dividir y crispar a millones de españoles como no lo habiamos visto en varios decenios. Pedro Sanchez es el máximo culpable de esto, cierto. Pero acompañado de miles de militantes que le aclaman las mentiras y unos cuantos millones (cada vez menos) de votantes que apoyan una cosa y la contraría sin pudor. Repito, una pena. Me queda el consuelo de que dentro de unos años (pocos) esos mismo militantes y esos votantes le darán la espalda y defenderán otra cosa, aclamando al nuevo caudillo que toque y que represente a los suyos frente a los otros. Olvidando una vez más el todos en lugar del algunos…