Cuando llegan fechas señaladas para los cristianos en general – y católicos en particular– surgen los ya habituales comentarios, memes o artículos burlándose de la fe de cientos de millones de mujeres y hombres por todo el mundo. Forma parte de la paparrochada habitual de manadas progres de tres al cuarto, que necesitan sin duda reafirmar su postureo anticlerical o anti religioso como seña de identidad básica para un antaño rojerío ahora mutado en pijoprogresismo de saldo.
La falta de respeto de muchos de los autoproclamados adalides de la «tolerancia» y la «libertad» contra quienes profesamos ciertas creencias es inversamente proporcional al silencio o admiración que muestras contra otras. Las procesiones o la abstinencia de ingerir carne los viernes de Cuaresma forman parte de unas creencias rancias a combatir, frente a la modernidad y la concordia que profesan ante el ramadán o la matanza de corderos. Ahí sí que mola el rollo multicultural de los que tapan a la fuerza a las mujeres o masacran a gays allí donde tienen poder político… no como en Málaga, que son una panda de cromañones por aplaudir a la Legión desembarcar y portar al Cristo. Donde esté un buen musulmán que se quite un legionario tatuado.
Pero coñas fruto del cabreo aparte, lo curioso es que algunos –bastantes– de quienes quieren eliminar cualquier signo religioso –católico– de nuestras vidas y de nuestra cultura y tradición, son los mismos que hacen saludos al Sol –no sé si de cara o de espaldas-, abrazan árboles o cualquier otra espiritualidad siempre y cuando venga de muy lejos, esté de moda y no tenga nada que ver con nuestra identidad judeocristiana. Que rezar sea algo a extinguir pero meditar siguiendo la palabras de un gurú barbudo con turbante sea lo más top y lo llaman modernidad.
Por favor Señor, perdónales que no saben lo que hacen y haz que de momento no caiga el meteorito. Aunque nos lo estemos ganando a pulso.