La tomadura de pelo permanente que vivimos, es digna de vendedores de crecepelos de lejano oeste. Ayer, tras escuchar a Pere Aragonés en el Senado y al portavoz de ocasión del partido de Pedro Sánchez, Juan Espadas, lo describía en dos líneas en eso antes llamado twitter y ahora X (Prince fue un visionario…):
¿Porqué lo llaman concordia y reencuentro cuando quieren decir investidura? El señor bajito que está en la tribuna ha vuelto a dejar claro que no se ha movido de un mm de sus posiciones y hoja de ruta. Otros, 180º.
Y es que el presidente de la Generalitat dejó, en un catalán entendible que fue por si acaso dignamente traducido a la lengua común, muy claro que «la amnistía es el punto de partida, el destino es votar la independencia.» Ahora venir a por otra. Bueno, lo que eché de menos es que los dirigentes socialistas respondieran: «la investidura de Pedro Sánchez es la única opción, las cesiones todas aceptables y los programas y lo dicho antes de ayer, olvidable.» Así nos habríamos evitado (y lo que nos queda) la palabrería basada en relatos falsarios de concordia, diálogo etc., que solo quieren edulcorar la búsqueda de mantener la poltrona obviando una realidad, demostrando que la izquierda o el centro izquierda es incapaz de tener un proyecto ganador y aceptable para las mayorías sociales en toda España, si no es a costa de ceder a los chantajes de delincuentes (pasados y presentes) y de reaccionarios supremacistas que quieren acabar con la precaria igualdad entre ciudadanos, con hojas de ruta que ponen en peligro no solo nuestro pasado y presente en común, sino nuestro bienestar y futuro. Y esto es grave.
Que el centro izquierda (ainssss…) base su supervivencia política en atrincherarse tras muros de contención y miedo a las derechas (¡qué viene Vox¡), dejando contigo a gentuza (personal e ideológica) como la que representan Otegi, Puigdemont y otros, es bastante triste. Y lo de poner como ejemplo la «amnistía de Azaña» en el 36 (nada menos que en 1936), como han empezado a difundir los voceros oficiosos y oficiales, es de una indigencia moral e intelectual insoportable. Se lo digo de corazón (roto).